miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 21: Adiós


Recomiendo escuchar esta canción mientras lees:


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-¿A quién creéis que se refería con “ella”?
-No tengo ni la menor idea.
-¿Claudia?
-No lo sé. Aunque… ¿recuerdas aquella vez, Bastet?
-¿Aquella vez? ¡En la biblioteca!
-¿Qué ocurrió?
-Eleone leyó un libro y se quedó extrañamente ausente. Parecía estar hablando con alguien.
-¿Sería con “ella”?
-Eso no responde a la pregunta: quién es “ella”.
-Es un Avatar de la Luz, quizá hablaba con el Corazón del Mundo.
-¿El Corazón del Mundo?
-¡El Dios León!
-Pero ha dicho “ella”.
-¿Quieres decir que el Dios León en realidad es la “Diosa Leona”?
-Eso lo explicaría todo.
-No sé vosotros, pero no me apetece dejarla a solas.
-Es lo que nos ha pedido, Zero, así que cálmate. Ojalá encuentre la manera de recuperar a Jaleel.
-Si lo hace, uno de los Señores oscuros habrá caído y nosotros seguiremos intactos.
-Eso no nos da a penas ventaja. De hecho en vez de estar aquí deberíamos seguir buscando Mundos.
-En eso estoy contigo.
-Pero Eleone…
-No nos iremos todos, volveremos a irnos unos cuantos.
-¿Y quién se irá esta vez?
-Yo voy y me da igual lo que digáis.
-Tú ya fuiste la otra vez.
-¿No has entendido la parte de me da igual lo que digáis? No podéis obligarme a quedarme, estoy haciendo esto porque quiero, no siento ninguna obligación hacia este Mundo.

Blanck no medió más palabras y se fue.

-¡¿Ya te vas?!
-Tengo cosas qué hacer mientras decidís el resto del equipo. Aunque si tardáis demasiado me iré yo solo.
-Vaya… aunque ahora hable más no ha mejorado mucho.
-Yo diría que incluso ha empeorado.
-Yo quiero ir…
-Princesa, no creo que sea prudente.
-¡Yo también soy una Elegida!
-Lo sé, pero…
-¡Pero, ¿qué?
-Aún no estáis preparada, princesa.
-¿Y Eleone sí?
-Eleone es mayor y la Luz le protege.
-¡Y a mí me protegen mis puños! Eleone no sabe luchar, ¡yo sí!
-Esto no es un juego.
-¡¿Crees que no lo sé?! ¡Estoy cansada de que me tratéis como a una niña!

Claudia se fue corriendo.

-¡Princesa, espera!
-Te has pasado, Zero.
-Sólo intento protegerla, es mi deber.
-Bueno, seguimos siendo demasiados. Alguien tiene que quedarse aquí esperando a que la princesa despierte al dormilón.
-Yo me quedo. Id vosotros.
-¿Zero?
-Mi deber es estar con las princesas, si ellas no van, no tiene sentido que vaya. Además, ya sois seis.
-¿Mi deber no es quedarme para proteger Ciudad Eclissis?
-Ya me quedo yo por ti. Seguro que también quieres ver Mundo.
-En realidad no. Y no me gustaría dejar a Adda y a Nanny mucho tiempo solas.
-Tranquilo, Vali. Les pediré a Biggs y Wedge que las echen un ojo.
-Como deséeis, general.
-Vaya, vaya, si el cachorro es importante y todo. Tiene hasta subalternos.
-Sí, sí. Tened cuidado.
-Jo, a penas hemos descansado, yo quería comer. ¿No podemos esperar a mañana?
-Ya les has oído, Bastet. No tenemos tiempo que perder.
-Está bien.

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-Ma-madre. ¿Cómo es… posible?
-Siempre he estado aquí. Cuidando de vosotros.
-¿En el Corazón de padre?
-Sí.
-Pero… ¿por qué no puede despertar?
-Porque está muy enfermo, hija. Si te quedaras aquí con nosotros… Quizás podríamos curarle.
-¿Aquí… con vosotros? ¿Cuánto?
-Lo que haga falta, hija.
-Pero… tengo… tengo que hacer cosas.
-¿Y dejarás a tus padres morir?
-Pero tú…
-Si muere yo me iré con él.

Eleone se dio la vuelta para volver a mirar a su padre, indefenso sobre el trono.

-Si me quedo…
-Tienes más amigos fuera luchando, hija. No te necesitan. Pero tu padre sí. Y Alexander y Abraham cuidarán de Claudia.
-¡¿Y Jaleel?! Tengo que curarle, para eso vine.
-¿Prefieres curarle a él antes que a tu padre?
-No…
-Muy bien, hija.

La reina Arturia se acercó a su hija para abrazarla.

-Te he echado de menos.
-Y… y yo a ti, madre.

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Claudia, cabreada, quiso perderse por el castillo, aunque de alguna manera sintió que su hermana la necesitaba y acabó en la habitación de su padre, donde Eleone yacía inerte en el suelo.

-¡Eleone! ¡Eleone, ¿qué te ocurre?!
-Está durmiendo.
-¡¿Quién ha dicho eso?!
-Soy aquel al que tus ancestros llaman el Dios León.
-¿Cómo…? ¿Qué le ha pasado a Eleone?
-Está en una prueba.
-¿Una prueba?
-La princesa necesita aprender por sí misma una dura lección.
-¿Qué clase de lección?
-…
-¡¿Qué clase de lección?!
-Tú no puedes entenderlo.
-¡¿Cómo?! ¡Eleone, Eleone, despierta!
-Tu voz no puede alcanzarla allá donde está.
-¡Eso no es verdad! ¡Eleone, Eleone!
-Madre…
-¿Eleone? ¡Eleone, despierta! ¡Despierta, Eleone, tienes que volver conmigo!
-Yo quiero a madre…
-¡No! ¡Eleone, madre está muerta! ¡Tienes que volver conmigo! ¡Te necesito! ¡Despierta!
-Es inútil. Deja de intentarlo.
-¡No! ¡Nunca me rendiré! ¡Eleone, despierta!

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Mientras, en el patio del castillo.

-Bueno, ¿todo preparado?
-¿Qué hay que hacer?
-No te preocupes, Bastet se ocupará de todo. Tú solo invoca tu armadura y transforma tu Llave espada en vehículo.
-¿Y Blanck?
-Al final parece que el lento es él. Ya nos alcanzará.
-¿Y si se pierde?
-Él nunca se pierde.
-Como veáis.

Los cinco Elegidos invocaron su armadura y transformaron su Llave espada en vehículo y entonces salieron por el portal que Bastet invocó instantes antes rumbo al espacio entre los Mundos.

-Tengo la impresión de que va a pasar algo.
-¿A qué te refieres, Bastet?
-No lo sé. Es solo un extraño sentimiento.
-Nunca te sueles equivocar en esas cosas.
-Espero equivocarme esta vez.

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Y en las afueras de Ciudad Eclissis Blanck se encontraba aullando al cielo hasta que escasos minutos después apareció frente a él aquella extraña criatura parlante con la que se encontró al llegar por primera vez allí.

-Blanck.
-Hola, Nanaki. He vuelto.
-¿Qué has descubierto?
-Conocí a los seres oscuros de los que me hablaste, aquellos que se disfrazan de hombres.
-¿Les reconociste?
-Era imposible no hacerlo. Apestaban.
-Sí, deben ser ellos.
-Uno de ellos ha sido eliminado, pero había cinco más.
-Eso son buenas noticias. Pero no hay que bajar la guardia hasta que desaparezcan todos.
-¿Sabes algo más de ellos que deba saber, Nanaki?
-No mucho, la verdad.
-Dices que no son hombres, entonces ¿qué son?
-Fueron hombres, pero ya no lo son. Se arrancaron el Corazón.
-¿Se arrancaron… el Corazón?
-Lo sé, es difícil de creer. ¿Quién podría querer deshacerse de lo más importante?
-¿Sabes lo que es el Avatar de la Luz, Nanaki?
-Sí, ¿por qué?
-La princesa de la ciudad es una de ellas.
-¿Quieres decir que contamos con la ayuda de un Avatar de la Luz?
-No solo contamos con su ayuda, Nanaki. Ella misma fue la encargada de poner en marcha un plan para restaurar la Luz.
-Muy buenas noticias. Parece que has hecho amigos.
-No son amigos… sólo… herramientas.
-¿De verdad?
-Sí. Cuando todo esto termine, volveré a mi mundo o aquí contigo. Lejos de la humanidad.
-…
-Ahora debo irme.

Blanck invocó su armadura y convirtiendo su Llave espada en vehículo y abriendo un portal en el cielo tal y como Bastet hacía salió rumbo al espacio entre los Mundos.

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-Madre… puedo oír a Claudia.
-No puedes oír a Claudia, hija. Ella está muy lejos.
-Pero la oigo.
-¡Eleone, despierta!
-Quiere que despierte, madre.
-¡No! Tienes que quedarte aquí con tu padre y conmigo.
-Pero…
-¡Eleone, te necesito!
-Me necesita…
-Y tu padre también.
-Pero ella es mi hermana pequeña, tengo que cuidarla.
-¡Ella sabe cuidarse sola!
-¡No! 

Eleone apartó a su madre y se hecho hacia atrás invocando su Llave espada.

-Tú no eres mi madre.
-¿Cómo dices?
-Mi madre me pidió que cuidara de mi hermana si a ella le pasara algo, nunca me pediría que la ignorara.
-Lo sé, hija, yo te lo pedí. Pero ahora tu padre te necesita más.
-¡Mientes! Padre no me pediría ayuda a costa de Claudia. ¡Y mi madre tampoco!

Como si esas palabras fueran poderosos ataques, la reina Arturia se deshizo en una luz y la luz se introdujo en el cuerpo del rey que se levantó de su trono abriendo los ojos.

-Padre…
-Eres fuerte, hija. Más fuerte de lo que pensaba. Tenía que haber confiado más en ti y quizás yo no estaría así.
-¿Qué…? Pero, ¿y madre?
-Tienes razón, no era tu madre, era solo mi recuerdo sobre ella enfocado gracias al Dios León.
-¿Gracias a Madine?
-El Dios León me pidió que hiciera esto como si fuera una prueba para ti.
-¿Una prueba?
-Parece que después de todo, me guste o no, tomarás mi puesto.
-¿Cómo dices?
-Je… Ya lo sabes, ¿verdad?
-No… No.
-Lo siento, hija. No voy a salir de ésta.
-Pero, entonces… ¿eso tambien es parte de la prueba? Si sabía que ibas a… ¿por qué me ha mandado aquí?
-Hija, el camino que has empezado será duro, y es muy posible que pierdas a más gente por el camino. Debes estar preparada.
-¿Y tengo que permitir que tú seas el primero? ¡Ni hablar! ¡No!
-Eleone…
-Yo quería salvarte… ¡No puedes decirme que no puedo hacerlo!

Eleone empezó a llorar aunque consiguió contenerse soltando suaves lágrimas que caían por sus mejillas.

-Y me has salvado. ¿No lo ves?
-
-Has conseguido que me sienta orgulloso de ti en todos los aspectos en que un padre puede sentirse orgulloso de su hija. Me has hecho sentirme un feliz buen padre. No me has podido salvar de ninguna mejor manera. Y ahora me has liberado y podré volver a reunirme con tu madre.
-No quiero que te vayas… Te necesito.
-No, Eleone. Ya no me necesitas. Y aunque parezca injusto es ahora cuando la gente te empezará a necesitar a ti, empezando por tu hermana. Así que vas a tener que hacerte muy fuerte para poder reinar en mi lugar. Pero no estás sola, lo sabes, ¿verdad?
-Sí… lo sé.
-Bien. Me alegra saber que he podido tener una oportunidad de despedirme de ti. Agradéceselo al Dios León de parte de los dos. Y recuerda hija: El día en que se abra la puerta está cada vez más cerca.
-¿La puerta? ¿Qué puerta? ¡Padre! ¡Padre! ¡PADRE!
-¡Eleone!
-¿Claudia?
-¡Estás bien! ¡Sí!
-Claudia.

Eleone abrazó a su hermana olvidando poco a poco lo que había sucedido en el sueño. Aunque hubo algo que no olvidó y apartando a su hermana suavemente se despertó y acercándose a su padre le puso las manos en el pecho y soltó una última lágrima por él.

-Eleone, ¿qué…?

Pero la princesa tan solo negó con la cabeza.

-No…
-Voy a salvar a Jaleel, Claudia. Ocúpate de todo.
-Vale…

Claudia estaba llorando a cataratas.

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