-No pensaba que hubiera
Mundos tan extraños donde sus habitantes fueran… animales a dos patas.
-Sé más cordial,
Eryn.
Los dos jóvenes
Elegidos se encontraban ya dentro del castillo, donde el príncipe Mickey les
había presentado a sus dos mejores amigos: un temperamental pato vestido de
hechicero y un perro un poco despistado equipado con una armadura.
-Yo me llamo Goofy,
ajiá. Y este es Donald.
-No me fío de ellos.
-Tranquilo, chicos.
Son buenos tipos, me ayudaron a encontrar a Pluto.
-¡Guau, guau!
-Tienen un aspecto
extraño. ¡¿De dónde sois?!
-Bueno, nosotros…
venimos de otro Mundo.
-¿De otro mundo?
¡Caray! ¿Eso es posible?
-Sí, majestad. Es posible.
-Sí, majestad. Es posible.
-Siempre tan cordial,
Kuroi.
-Estamos en su reino.
Eres tú la que parece estar en contra de la realeza.
-Bah. Dinos, esto…
Mickey. Chss (Qué raro se me hace hablarle a un ratón). ¿Habéis visto por aquí
a… una chica como nosotros?
-No. ¿Chicos?
-Nop.
-¿Y tú, Donald?
-¡No!
-Vaya… parece que
somos los únicos que hemos caído aquí. Deberíamos irnos a buscar a los demás a
otra parte.
-¿Ya os vais? Si
acabáis de llegar.
-Agradecemos su
hospitalidad, majestad. Pero nuestros amigos nos esperan.
-Vaya…
-Pero antes de irnos,
majestad. ¿Habéis tenido algún problema con los Sincorazón?
-¿Los Sincorazón?
¿Qué es eso?
-¡¿Cómo?! ¿No saben
lo que son…?
Los tres amigos se
sorprendieron ante la reacción de la Elegida.
-Es imposible que
haya Mundos al margen de los Sincorazón, ¿quiere decir eso que aquellos tipos
nos mintieron?
-No tiene sentido.
-¿De qué habláis,
chicos?
-No importa,
majestad. Mejor así si estáis a salvo de la Oscuridad.
-¿Podría ir con
vosotros?
-¿Cómo?
-¡Pero majestad!
-Quiero conocer otros
Mundos, seguro que así sería un mejor rey. Llevadme con vosotros, por favor.
-Gash, pero majestad,
no creo que esa sea una buena idea. ¿Qué pensará…?
-No me importa,
Goofy.
-De todas maneras no
podéis venir, majestad.
-¿Por qué?
-Porque el lugar al
que vamos es muy peligroso y no tenéis la protección adecuada.
-Oh, entiendo…
-Lo siento mucho.
-No importa, quizás
deba esperar un poco antes de poder marchar.
-Seguro que algún día
lo conseguirás, majestad.
-Deberíamos irnos ya,
Kuroi.
-Sí.
Los dos fueron
despedidos en las puertas del castillo y se alejaron lo suficiente de éste para
que su forma de irse no sorprendiera demasiado a los lugareños.
-Bueno, vayamo…
-¡Esperad, esperad!
¡Ajiá!
-¿Capitán Goofy?
-Tengo un regalo del
príncipe, quiere que os lo llevéis.
-¿Qué es?
-Gash. No lo sé.
Goofy les entregó una
especie de bola mágica. Eryn la cogió y empezó a agitarla.
-Mmm. Qué extraño.
-¿Qué ocurre, Eryn?
-Me recuerda a cierto antiguo artefacto que se usaba en Paraíso.
-Me recuerda a cierto antiguo artefacto que se usaba en Paraíso.
-¿Y para qué servía?
-Tenía algo que ver
con… ¡Nah! No puede ser.
-…entonces vayámonos.
Gracias, capitán Goofy. Dile al príncipe Mickey que le agradecemos su regalo. Seguro
que algún día nos será útil.
-De nada, chicos.
Goofy se volvió a ir
y los dos Elegidos finalmente invocaron sus Llaves deslizadores y armaduras y
volvieron al Mundo de entre medias.
-¿Deberíamos volver a
Eclissis? A lo mejor ellos también decidieron volver.
-No sé. Desde luego
buscar a lo loco por el resto de Mundos cercanos no sería una buena idea. Pero
volver a Eclissis sería como retroceder en vez de avanzar.
-Entonces, ¿qué
planteas, Eryn?
-Podríamos seguir con
la misión. Quizás nuestros caminos se vuelvan a unir.
-¿Quieres decir
seguir buscando Mundos para salvarlos, tú y yo solos?
-Sí. ¿Por qué no?
-No sé, somos sólo
dos.
-¿No confías en tus
cualidades?
-No he dicho eso.
-¿Entonces cuál es el
problema? ¿Me tienes miedo?
-¡No, qué ridiculez!
Pero, ¿y si están en problemas?
-Bueno… ¿y qué
podemos hacer? ¿Buscar como locos? El Reino de la Luz es enorme. Y si seguimos
ayudando Mundos quizá los encontremos.
-Mmm… Supongo…
supongo que tienes razón.
-La Oscuridad no va a
esperar a que nos reagrupemos, debemos seguir adelante.
-¡Vale!
De repente la bola
que Kuroi llevaba atada a la espalda empezó a moverse.
-¡Ey! ¿Qué pasa?
-¿Qué ocurre, Kuroi?
-No lo sé. Esa cosa
se está moviendo. ¡Ahhh!
-¡Kuroi!
Eryn agarró a Kuroi
justo antes de que la bola explotase y de la onda expansiva mandase a los dos a
un Mundo cercano.
-Ahhh… Mi cabeza…
-Kuroi… ¿qué ha sido
eso…?
-No lo sé… Ha… Ha… ¡Príncipe
Mickey!
Cuando se
consiguieron levantar vieron que a su lado estaba el pequeño amigo ratonil al
que acababan de conocer.
-Hola, chicos.
-¿Qué demonios?
¡¿Ibas dentro de la bola?!
-Eso parece. Je, je.
-¡¿Por qué…?!
-Quería acompañaros y
esa bola mágica parecía útil. Nunca pensé que no podría soportarme tanto
tiempo.
-Majestad. Os habéis
puesto en peligro y a nosotros también.
-¡Voy a matarlo!
-¡Eryn, no!
-¡Ya no está en su
Mundo, ya no es príncipe ni nada!
-¡Contrólate, Eryn!
-¡Lo siento mucho,
Eryn!
-¡¿Qué lo sientes?
Voy a enseñarte lo que es sentirlo!
-¡Eryn, basta ya!
-Grr…
-Majestad, eso ha
sido una locura.
-Lo sé, pero
necesitaba salir del castillo. Perdonadme.
-Bueno, al menos
estamos bien. Deberíamos investigar este Mundo.
Los tres alzaron la
vista para verse en frente de una enorme torre.
-No parece que haya
mucho que investigar, solo es una torre orbitando a la deriva en el Espacio
entre los Mundos.
-¿Es eso posible?
-Sí. Era muy propio
de mi Mundo que los hechiceros se creasen un pequeño lugar personal con el que
poder viajar a otros Mundos. Pero ese secreto se perdió hace mucho tiempo.
-Vaya… entonces el
hechicero que vive aquí debe ser muy poderoso.
-¡Quiero conocerle!
-Pero Majestad…
-A lo mejor conoce
una manera de que pueda acompañaros sin ser una molestia. Además la bola está
hecha pedazos.
-Eryn…
-No lo hago por él.
Quiero saber quien vive en esta torre y si alguna vez estuvo en Paraíso.
-Genial, entonces.
Los tres se
introdujeron en la torre por la puerta principal que no parecía estar cerrada
de ninguna manera y llegaron a lo que parecía el estrecho interior de la torre
donde había una infinidad de escaleras que llevaban a la parte superior de la
torre.
-¡¿Estás de coña?! Es
imposible que la torre sea tan grande, desde fuera parecía más pequeña.
-Parece que es igual
al hechizo que usaron los hermanos en su torre. Es una buena manera de
protegerte. Si no puedes llegar arriba no puedes enfrentarte al dueño de la
torre.
-¿Un hechizo
defensivo? Parece muy poderoso, ni siquiera Donald puede hacer algo parecido.
-Oh, créeme
ratoncito, ese patito no le llega ni a la suela de los zapatos a los hechiceros de
Paraíso.
-Pero no
conseguiremos llegar arriba con ese laberinto de escaleras.
-Dejámelo a mí. El Maestro
Ark me dejó estudiar muchos de estos hechizos y sé cómo funcionan más o menos.
Eryn empezó a subir
escaleras y aunque se equivocó un par de veces por el camino que había que
seguir no tardó mucho en alcanzar la puerta más alta de la torre.
-Vaya, eres muy
inteligente, Eryn.
-No creas que lanzándome
piropos conseguirás que te perdone, ratoncito.
-No, ni mucho menos.
-Deja de ser tan dura
con el pobre príncipe.
-Cuando reciba su
escarmiento. Ahora veamos lo que hay dentro.
Eryn no tardó en
abrir la puerta e introducirse en el interior de lo que parecía un despacho
circular con un escritorio, varios estantes con cachibaches y alguna estantería
de libros.
-Sin duda esto es la
vivienda de un hechicero.
-Pero no hay nadie.
El príncipe, curioso,
empezó a mirar entre los objetos que había allí.
-No toquéis nada,
majestad. No sabemos qué puede ser.
-Claro, Kuroi.
-¿Dónde estará el
hechicero?
De pronto la otra
puerta que había en la habitación se abrió, y de ella salió un hombre adulto de
pelo largo y negro con una larga barba del mismo color ataviado con una toga
azul y un sombrero de pico.
-¿Quién osa entrar en
mi torre sin mi permiso?
Los tres se asustaron
un poco, Mickey se guareció tras la enorme pierna de Kuroi y los dos Elegidos
se pusieron en guardia invocando sus Llaves Espada.
-¡Elegidos! ¡En mi
torre! ¡¿Cómo osáis?!
-¿Elegidos? ¿Sabes de
nuestra existencia?
-Por supuesto.
El hechicero alzó su
mano y una Llave espada acudió a su mano.
-¡Tú también lo eres!
-Sí. Lo soy. Y ahora
iros de mi torre.
-¡¿Por qué?!
-¡Porque yo os lo
pido!
-Esa excusa no nos
vale.
Eryn se afianzó a sus palabras y alzó más su Llave Espada esperando que esa amenaza fuese suficiente para sacarle más información al hombre.
-Chiquilla, tu poder
no me llega ni a la base de mi toga que roza el suelo. No oses amenazarme.
Eryn tragó saliva
aceptando lo que tenía delante. No sólo era un hechicero que conocía antiguos
secretos de su tierra, también era un Elegido bastante mayor. Sin duda no era
buena idea retarle.
-Sólo buscamos ayuda,
señor. No sea tan hosco.
-Jum. Una Llave
espada ya es bastante atracción para los Sincorazón, tres son como una luz para
las moscas. Y no quiero que me molesten. Pero habéis llamado mi atención, os
daré diez minutos que es el tiempo que me apetece crear una barrera para
proteger la torre.
El hombre se acercó a
uno de los ventanucos del despacho e invocó grandes poderes que Eryn reconoció
en seguida.
-¡Eso es una barrera
mágica!
-Sí, chiquilla. Es un
antiguo secreto de mi tierra.
-¿Eres de Paraíso de
los hechiceros?
-¿Paraíso de los
hechiceros? ¿Qué clase de nombre es ese?
-Es mi tierra, también
solía ser llamada Excalibur.
-Sí, sí. Ese si es el
nombre de mi tierra.
-¡Lo sabía! El
secreto de mantener una torre como si fuera un Mundo propio solo se conoce en
mi tierra.
-Vaya, vaya. Nunca
pensé que conocería a una paisana en estos oscuros tiempos que corren.
-Mi nombre es Eryn,
encantada. Y ellos son Kuroi y el príncipe Mickey.
Eryn hizo una
reverencia ante el asombro de Kuroi, parecía que sus tipos de educación y
cortesía eran totalmente distintos.
-Yo soy Yensid.
Parece que eres mi heredera.
-¡¿Heredera?!
-Sí, desde hace
muchos, muchos siglos, se impuso una ley en nuestra tierra que dice que solo
puede haber un Elegido. Pero al irme parece que esa ley necesitó romperse para
mantener el Mundo a salvo.
-Vaya… eso explica
muchas cosas. ¿Por qué te marchaste, Yensid?
-Predije gracias a
las estrellas lo que estaba a punto de ocurrir, si Excalibur perecía y yo con él
nadie podría hacer frente a la amenaza. Así que decidí que era más importante
mi vida.
-Entiendo… ¡Sin
embargo Excalibur sobrevivió! Aunque no en muy buenas condiciones.
-Eso son buenas
noticias. Sin embargo, las investigaciones que llevo aquí dentro deben seguir
siendo secretas para aquellos que moran en las sombras, ¿lo entendéis verdad?
-Sí, por supuesto,
Yensid. Nos iremos en seguida.
-Pero hay uno entre
vosotros que no tiene una Llave Espada.
Mickey tragó saliva
al escuchar eso.
-S-s-sí, señor…
-Él puede quedarse.
-¡¿Cómo?!
-Puedo ver en tu
Corazón el anhelo que tienes por descubrir, aprender y ayudar. Podrías servir
de enlace entre ellos y yo, para ir demostrándoles mis descubrimientos.
-¿Ku-Kuroi?
-Es su decisión, majestad.
-Es su decisión, majestad.
-Y-yo… Sí, me quedaré.
-Bien. Necesito un
ayudante para que mantenga esto limpio y ordenado.
A Mickey eso no le
sonó del todo bien, pero dado que Yensid había dicho que le ayudaría a
descubrir, aprender y ayudar, en el fondo sabía que podría aguantar lo que le
viniera encima.
-Ahora debeís
marcharos, no puedo mantener la barrera mágica toda la vida y ya sabéis el
porqué de mis condiciones.
-Sí, Yensid. Me
alegra saber que tenemos a un hechicero con su poder de nuestra parte.
-Parece que es una
despedida, príncipe Mickey.
-Sí, Kuroi. Pero no
te preocupes, según ha dicho Yensid nos veremos muy a menudo para ir a
entregaros noticias de sus descubrimientos.
-Sois muy valiente,
majestad.
-Je, je. Me sonrojas,
Kuroi.
-Bueno, es hora de
irnos. Adiós a los dos.
-Adiós, Eryn.
Y dicho aquello,
Kuroi y Eryn volvieron a alejarse de aquel lugar en sus Llaves deslizador.
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