domingo, 29 de julio de 2012

Las aventuras de Kuroi & Eryn: Parte I

-No pensaba que hubiera Mundos tan extraños donde sus habitantes fueran… animales a dos patas.
-Sé más cordial, Eryn.

Los dos jóvenes Elegidos se encontraban ya dentro del castillo, donde el príncipe Mickey les había presentado a sus dos mejores amigos: un temperamental pato vestido de hechicero y un perro un poco despistado equipado con una armadura.

-Yo me llamo Goofy, ajiá. Y este es Donald.
-No me fío de ellos.
-Tranquilo, chicos. Son buenos tipos, me ayudaron a encontrar a Pluto.
-¡Guau, guau!
-Tienen un aspecto extraño. ¡¿De dónde sois?!
-Bueno, nosotros… venimos de otro Mundo.
-¿De otro mundo? ¡Caray! ¿Eso es posible?
-Sí, majestad. Es posible.
-Siempre tan cordial, Kuroi.
-Estamos en su reino. Eres tú la que parece estar en contra de la realeza.
-Bah. Dinos, esto… Mickey. Chss (Qué raro se me hace hablarle a un ratón). ¿Habéis visto por aquí a… una chica como nosotros?
-No. ¿Chicos?
-Nop.
-¿Y tú, Donald?
-¡No!
-Vaya… parece que somos los únicos que hemos caído aquí. Deberíamos irnos a buscar a los demás a otra parte.
-¿Ya os vais? Si acabáis de llegar.
-Agradecemos su hospitalidad, majestad. Pero nuestros amigos nos esperan.
-Vaya…
-Pero antes de irnos, majestad. ¿Habéis tenido algún problema con los Sincorazón?
-¿Los Sincorazón? ¿Qué es eso?
-¡¿Cómo?! ¿No saben lo que son…?

Los tres amigos se sorprendieron ante la reacción de la Elegida.

-Es imposible que haya Mundos al margen de los Sincorazón, ¿quiere decir eso que aquellos tipos nos mintieron?
-No tiene sentido.
-¿De qué habláis, chicos?
-No importa, majestad. Mejor así si estáis a salvo de la Oscuridad.
-¿Podría ir con vosotros?
-¿Cómo?
-¡Pero majestad!
-Quiero conocer otros Mundos, seguro que así sería un mejor rey. Llevadme con vosotros, por favor.
-Gash, pero majestad, no creo que esa sea una buena idea. ¿Qué pensará…?
-No me importa, Goofy.
-De todas maneras no podéis venir, majestad.
-¿Por qué?
-Porque el lugar al que vamos es muy peligroso y no tenéis la protección adecuada.
-Oh, entiendo…
-Lo siento mucho.
-No importa, quizás deba esperar un poco antes de poder marchar.
-Seguro que algún día lo conseguirás, majestad.
-Deberíamos irnos ya, Kuroi.
-Sí.

Los dos fueron despedidos en las puertas del castillo y se alejaron lo suficiente de éste para que su forma de irse no sorprendiera demasiado a los lugareños.

-Bueno, vayamo…
-¡Esperad, esperad! ¡Ajiá!
-¿Capitán Goofy?
-Tengo un regalo del príncipe, quiere que os lo llevéis.
-¿Qué es?
-Gash. No lo sé.

Goofy les entregó una especie de bola mágica. Eryn la cogió y empezó a agitarla.

-Mmm. Qué extraño.
-¿Qué ocurre, Eryn?
-Me recuerda a cierto antiguo artefacto que se usaba en Paraíso.
-¿Y para qué servía?
-Tenía algo que ver con… ¡Nah! No puede ser.
-…entonces vayámonos. Gracias, capitán Goofy. Dile al príncipe Mickey que le agradecemos su regalo. Seguro que algún día nos será útil.
-De nada, chicos.

Goofy se volvió a ir y los dos Elegidos finalmente invocaron sus Llaves deslizadores y armaduras y volvieron al Mundo de entre medias.

-¿Deberíamos volver a Eclissis? A lo mejor ellos también decidieron volver.
-No sé. Desde luego buscar a lo loco por el resto de Mundos cercanos no sería una buena idea. Pero volver a Eclissis sería como retroceder en vez de avanzar.
-Entonces, ¿qué planteas, Eryn?
-Podríamos seguir con la misión. Quizás nuestros caminos se vuelvan a unir.
-¿Quieres decir seguir buscando Mundos para salvarlos, tú y yo solos?
-Sí. ¿Por qué no?
-No sé, somos sólo dos.
-¿No confías en tus cualidades?
-No he dicho eso.
-¿Entonces cuál es el problema? ¿Me tienes miedo?
-¡No, qué ridiculez! Pero, ¿y si están en problemas?
-Bueno… ¿y qué podemos hacer? ¿Buscar como locos? El Reino de la Luz es enorme. Y si seguimos ayudando Mundos quizá los encontremos.
-Mmm… Supongo… supongo que tienes razón.
-La Oscuridad no va a esperar a que nos reagrupemos, debemos seguir adelante.
-¡Vale!

De repente la bola que Kuroi llevaba atada a la espalda empezó a moverse.

-¡Ey! ¿Qué pasa?
-¿Qué ocurre, Kuroi?
-No lo sé. Esa cosa se está moviendo. ¡Ahhh!
-¡Kuroi!

Eryn agarró a Kuroi justo antes de que la bola explotase y de la onda expansiva mandase a los dos a un Mundo cercano.

-Ahhh… Mi cabeza…
-Kuroi… ¿qué ha sido eso…?
-No lo sé… Ha… Ha… ¡Príncipe Mickey!

Cuando se consiguieron levantar vieron que a su lado estaba el pequeño amigo ratonil al que acababan de conocer.

-Hola, chicos.
-¿Qué demonios? ¡¿Ibas dentro de la bola?!
-Eso parece. Je, je.
-¡¿Por qué…?!
-Quería acompañaros y esa bola mágica parecía útil. Nunca pensé que no podría soportarme tanto tiempo.
-Majestad. Os habéis puesto en peligro y a nosotros también.
-¡Voy a matarlo!
-¡Eryn, no!
-¡Ya no está en su Mundo, ya no es príncipe ni nada!
-¡Contrólate, Eryn!
-¡Lo siento mucho, Eryn!
-¡¿Qué lo sientes? Voy a enseñarte lo que es sentirlo!
-¡Eryn, basta ya!
-Grr…
-Majestad, eso ha sido una locura.
-Lo sé, pero necesitaba salir del castillo. Perdonadme.
-Bueno, al menos estamos bien. Deberíamos investigar este Mundo.

Los tres alzaron la vista para verse en frente de una enorme torre.

-No parece que haya mucho que investigar, solo es una torre orbitando a la deriva en el Espacio entre los Mundos.
-¿Es eso posible?
-Sí. Era muy propio de mi Mundo que los hechiceros se creasen un pequeño lugar personal con el que poder viajar a otros Mundos. Pero ese secreto se perdió hace mucho tiempo.
-Vaya… entonces el hechicero que vive aquí debe ser muy poderoso.
-¡Quiero conocerle!
-Pero Majestad…
-A lo mejor conoce una manera de que pueda acompañaros sin ser una molestia. Además la bola está hecha pedazos.
-Eryn…
-No lo hago por él. Quiero saber quien vive en esta torre y si alguna vez estuvo en Paraíso.
-Genial, entonces.

Los tres se introdujeron en la torre por la puerta principal que no parecía estar cerrada de ninguna manera y llegaron a lo que parecía el estrecho interior de la torre donde había una infinidad de escaleras que llevaban a la parte superior de la torre.

-¡¿Estás de coña?! Es imposible que la torre sea tan grande, desde fuera parecía más pequeña.
-Parece que es igual al hechizo que usaron los hermanos en su torre. Es una buena manera de protegerte. Si no puedes llegar arriba no puedes enfrentarte al dueño de la torre.
-¿Un hechizo defensivo? Parece muy poderoso, ni siquiera Donald puede hacer algo parecido.
-Oh, créeme ratoncito, ese patito no le llega ni a la suela de los zapatos a los hechiceros de Paraíso.
-Pero no conseguiremos llegar arriba con ese laberinto de escaleras.
-Dejámelo a mí. El Maestro Ark me dejó estudiar muchos de estos hechizos y sé cómo funcionan más o menos.

Eryn empezó a subir escaleras y aunque se equivocó un par de veces por el camino que había que seguir no tardó mucho en alcanzar la puerta más alta de la torre.

-Vaya, eres muy inteligente, Eryn.
-No creas que lanzándome piropos conseguirás que te perdone, ratoncito.
-No, ni mucho menos.
-Deja de ser tan dura con el pobre príncipe.
-Cuando reciba su escarmiento. Ahora veamos lo que hay dentro.

Eryn no tardó en abrir la puerta e introducirse en el interior de lo que parecía un despacho circular con un escritorio, varios estantes con cachibaches y alguna estantería de libros.

-Sin duda esto es la vivienda de un hechicero.
-Pero no hay nadie. 

El príncipe, curioso, empezó a mirar entre los objetos que había allí. 

-No toquéis nada, majestad. No sabemos qué puede ser.
-Claro, Kuroi.
-¿Dónde estará el hechicero?

De pronto la otra puerta que había en la habitación se abrió, y de ella salió un hombre adulto de pelo largo y negro con una larga barba del mismo color ataviado con una toga azul y un sombrero de pico.

-¿Quién osa entrar en mi torre sin mi permiso?

Los tres se asustaron un poco, Mickey se guareció tras la enorme pierna de Kuroi y los dos Elegidos se pusieron en guardia invocando sus Llaves Espada.

-¡Elegidos! ¡En mi torre! ¡¿Cómo osáis?!
-¿Elegidos? ¿Sabes de nuestra existencia?
-Por supuesto.

El hechicero alzó su mano y una Llave espada acudió a su mano.

-¡Tú también lo eres!
-Sí. Lo soy. Y ahora iros de mi torre.
-¡¿Por qué?!
-¡Porque yo os lo pido!
-Esa excusa no nos vale.

Eryn se afianzó a sus palabras y alzó más su Llave Espada esperando que esa amenaza fuese suficiente para sacarle más información al hombre.

-Chiquilla, tu poder no me llega ni a la base de mi toga que roza el suelo. No oses amenazarme.

Eryn tragó saliva aceptando lo que tenía delante. No sólo era un hechicero que conocía antiguos secretos de su tierra, también era un Elegido bastante mayor. Sin duda no era buena idea retarle.

-Sólo buscamos ayuda, señor. No sea tan hosco.
-Jum. Una Llave espada ya es bastante atracción para los Sincorazón, tres son como una luz para las moscas. Y no quiero que me molesten. Pero habéis llamado mi atención, os daré diez minutos que es el tiempo que me apetece crear una barrera para proteger la torre.

El hombre se acercó a uno de los ventanucos del despacho e invocó grandes poderes que Eryn reconoció en seguida.

-¡Eso es una barrera mágica!
-Sí, chiquilla. Es un antiguo secreto de mi tierra.
-¿Eres de Paraíso de los hechiceros?
-¿Paraíso de los hechiceros? ¿Qué clase de nombre es ese?
-Es mi tierra, también solía ser llamada Excalibur.
-Sí, sí. Ese si es el nombre de mi tierra.
-¡Lo sabía! El secreto de mantener una torre como si fuera un Mundo propio solo se conoce en mi tierra.
-Vaya, vaya. Nunca pensé que conocería a una paisana en estos oscuros tiempos que corren.
-Mi nombre es Eryn, encantada. Y ellos son Kuroi y el príncipe Mickey. 

Eryn hizo una reverencia ante el asombro de Kuroi, parecía que sus tipos de educación y cortesía eran totalmente distintos.

-Yo soy Yensid. Parece que eres mi heredera.
-¡¿Heredera?!
-Sí, desde hace muchos, muchos siglos, se impuso una ley en nuestra tierra que dice que solo puede haber un Elegido. Pero al irme parece que esa ley necesitó romperse para mantener el Mundo a salvo.
-Vaya… eso explica muchas cosas. ¿Por qué te marchaste, Yensid?
-Predije gracias a las estrellas lo que estaba a punto de ocurrir, si Excalibur perecía y yo con él nadie podría hacer frente a la amenaza. Así que decidí que era más importante mi vida.
-Entiendo… ¡Sin embargo Excalibur sobrevivió! Aunque no en muy buenas condiciones.
-Eso son buenas noticias. Sin embargo, las investigaciones que llevo aquí dentro deben seguir siendo secretas para aquellos que moran en las sombras, ¿lo entendéis verdad?
-Sí, por supuesto, Yensid. Nos iremos en seguida.
-Pero hay uno entre vosotros que no tiene una Llave Espada.

Mickey tragó saliva al escuchar eso.

-S-s-sí, señor…
-Él puede quedarse.
-¡¿Cómo?!
-Puedo ver en tu Corazón el anhelo que tienes por descubrir, aprender y ayudar. Podrías servir de enlace entre ellos y yo, para ir demostrándoles mis descubrimientos.
-¿Ku-Kuroi?
-Es su decisión, majestad.
-Y-yo… Sí, me quedaré.
-Bien. Necesito un ayudante para que mantenga esto limpio y ordenado.

A Mickey eso no le sonó del todo bien, pero dado que Yensid había dicho que le ayudaría a descubrir, aprender y ayudar, en el fondo sabía que podría aguantar lo que le viniera encima. 

-Ahora debeís marcharos, no puedo mantener la barrera mágica toda la vida y ya sabéis el porqué de mis condiciones.
-Sí, Yensid. Me alegra saber que tenemos a un hechicero con su poder de nuestra parte.
-Parece que es una despedida, príncipe Mickey.
-Sí, Kuroi. Pero no te preocupes, según ha dicho Yensid nos veremos muy a menudo para ir a entregaros noticias de sus descubrimientos.
-Sois muy valiente, majestad.
-Je, je. Me sonrojas, Kuroi.
-Bueno, es hora de irnos. Adiós a los dos.
-Adiós, Eryn.

Y dicho aquello, Kuroi y Eryn volvieron a alejarse de aquel lugar en sus Llaves deslizador.

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