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La lluvia inundaba
toda Ciudad Eclissis, hasta las nubes estaban llorando por la pérdida de su
rey. Un enorme desfile de negro atravesaba la gran avenida principal seguida
por los que más querían al rey, a los lados de la calle el resto del pueblo,
protegidos por paraguas mientras alzaban un pañuelo blanco al aire en honor a
su recién fallecida majestad.
A los pies de la
cabalgata mortal se encontraban las dos princesas vestidas de luto flanqueadas
cada una de ellas por sus guardaespaldas, los cuales no se miraban a la cara
desde hacía días, protegiendo a las princesas con paraguas mientras ellos se
mojaban con el agua pura que caía.
El desfile terminó en
el enorme mausoleo que había en las afueras inmediatas de la ciudad, donde fue
puesta a descansar la ataúd del rey mientras todos los que habían acompañado a
la cabalgata cantaban una canción.
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Habiendo terminado ya
el homenaje al rey, Claudia se encontraba en la puerta del mausoleo vecino que
pertenecía a su madre, Zero le hacía compañía, pero pronto llegó Eleone.
-Zero, ¿te importa
dejarnos un momento a solas?
-Por supuesto que no,
mi reina.
-Gracias.
Zero se alejó en
dirección a la ciudad.
-Claudia, tenemos que
hablar.
-Claro…
-No tienes que estar
tan triste, padre no lo querría.
-Padre ya no está…
-No, ya no está. Pero
aún nos tenemos la una a la otra.
-Lo sé. Es que es…
ah… ah… es tan… difícil.
-Lo sé, Claudia. Pero
te necesito a mi lado, y te necesito fuerte.
-…
-Padre dejó en el
testamento que yo fuera la reina, pero lo seremos las dos.
-¡¿Cómo?!
-Hay cosas que tú no
tienes de mí y cosas que yo no tengo de ti, Claudia. Padre y madre hicieron
bien en educarnos de forma tan diferente.
-Eleone… Yo… yo soy
peor que tú en todo.
-Eso no es cierto. Somos
diferentes, Claudia, y juntas arreglaremos en lo que falle la otra. Yo soy la
sentimental y tú la racional, yo soy la que se guía por el Corazón y tú por la
cabeza, yo soy la testaruda y tú…
-¡Yo también soy
testaruda!
-Ja, ja, ja… tienes
razón. En algo nos teníamos que parecer. Y además sabes zurrar.
-Y bastante bien, je, je.
-Sí... A lo que me refiero es que… no puedo
hacer esto sin ti, te necesito, Claudia. Las dos tenemos muchas debilidades,
pero juntas podemos ser imparables.
-¿Lo crees de verdad?
-Sin duda alguna. Y
por eso voy a preparar dos coronas.
-¡¿Dos coronas?! ¿Eso
se puede hacer?
-Ahora somos las
reinas, podemos hacer lo que queramos. Bueno… sin pasarse.
-Je, je… Juntas.
-Para siempre,
Claudia.
Las dos hermanas se abrazaron bajo el arcoiris que se asomaba tras la tormenta, el cual simbolizaba su nuevo reinado.
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Zero, que ya había
llegado al castillo se asomó a la misma almenara de siempre donde estaba el de
siempre.
-Sabía que te
encontraría aquí. ¿Por qué no has ido al funeral?
-Porque yo mismo
simbolizo la muerte. Da igual donde vaya, la muerte me seguirá.
-No sabría cómo
tomarme eso.
-Tomátelo como
quieras. Yo ahora me preocupo por los vivos, no por los muertos, Zero. Y tú
deberías hacer lo mismo.
-Te refieres a…
-Sí, ya han pasado
casi dos semanas desde que se fueron, deberían haber vuelto ya…
-¿Crees que ha pasado
algo?
-No lo creo. Lo sé.
La Oscuridad de Keiro ha ido creciendo con el tiempo.
-¿Crees que ha sido
por su culpa?
-Sí. Hubo una extraña
Oscuridad que tiñó el cielo el día que se fueron.
-Pero… eso significa
que…
-Sí. Él me lo dijo el
día que le enfrenté pero desperté demasiado tarde. Nunca fueron detrás de mí,
ellos iban a por Keiro.
-Y puede que lo hayan
conseguido, es eso lo que quieres decir, ¿no?
-Sí… pero aún puede
haber una pequeña esperanza.
-¿Una esperanza?
-Bastet…
-¿La pelirroja?
-Ya sabes el lazo que
tienen. Quizás ella pueda salvarle, o quizás ya le haya perdido… Ha pasado ya
demasiado tiempo.
-Si hemos perdido a
seis de los nuestros, estamos perdidos…
-Quizá es hora de ir
a buscarles.
-Pero no podemos ir
tantos otra vez y dejar Eclissis desprotegido, e ir pocos… es un suicidio.
-¿Prefires darles por
muertos? Pensaba que te preocupaba tu subordinado.
-Vali…
-¿Aún sigues
queriendo darles por muertos?
-No he dicho eso,
pero… deberíamos comentárselo a la nueva reina.
-Si lo que necesitas
es que alguien te dé las órdenes de hacerlo porque no eres capaz por ti mismo…
-Eso no es justo,
Jaleel.
-¿Justo? Antes eras
más despreocupado, Zero. No sé qué te ha pasado. Pero como he dicho, si es lo
que necesitas, vayamos a hablar con su majestad.
Jaleel bajó de la
almenara de un salto y se iba a poner camino de la sala del trono cuando ambos
sintieron unas vibraciones y vieron dos extraños objetos caer del cielo e iban
directos al patio del castillo.
-¡Llaves deslizador!
-¡Corre!
Jaleel y Zero corrieron
con rapidez hacia el patio donde cogieron a tiempo justo a dos Elegidos de la
Llave espada que estaban aterrizando, por sus armaduras y Llaves deslizador
eran sin duda Eryn y Kuroi.
-¡Al fin llegáis!
-Ey, ¿qué pasa
cachorrillo?
-Es bueno verte de
nuevo, Jaleel. ¿Estás bien?
-En perfectas condiciones. Pero es más importante que nos digáis qué ha pasado, ¿y los demás?
-En perfectas condiciones. Pero es más importante que nos digáis qué ha pasado, ¿y los demás?
-¡¿Aún no han
vuelto?!
-¡Te dije que debimos
haber seguido buscando!
-¿No estaban con
vosotros?
-No… poco después de
marcharnos una marabunta de Sincorazón nos atacaron…
-Intentamos oponernos
pero la Oscuridad nos tragó.
-Casi salvamos a
Bastet, pero se nos escapó de las manos.
-¡¿Y Keiro?!
-No lo sé… está todo
muy… difuso.
-A mí me pareció
verle luchando por zafarse de los Sincorazón e intentar salvarnos, pero… parece
que no lo consiguió…
-…
-¿Pasa algo, Jaleel?
-No… ¿Dónde habéis
estado, entonces?
-Al despertar nos
encontramos en un Mundo que misteriosamente estaba al margen de la existencia
de los Sincorazón.
-¿Eso es posible?
-Lo sé, parece
extraño, pero deberíamos decírselo a la princesa.
-La… la reina…
-¿La reina? ¿Quieres
decir…?
-Sí, el rey León
pereció poco después de vuestra marcha.
-Su majestad…
-Kuroi…
-¡No hay tiempo,
tenemos que hablar con la pri… reina Eleone!
Tan pronto como Kuroi
gritó eso, las dos hermanas aparecieron que ya habían vuelto de su charla en el
cementerio.
-¡Kuroi! ¡Eryn!
¡Estáis bien!
-¡Me alegro mucho de
veros!
-¡Majestad…! Yo… lo
siento, mucho… Siento no haber podido estar en el funeral…
-No importa, Kuroi.
Pero dinos, ¿dónde habéis estado?
-Fuimos a parar a un
Mundo bastante extraño, majestad. Pero lo más importante es que parece que
aquellos horribles seres debieron engañarla porque aunque no lo creáis, hay
muchos Mundos ahí fuera aún bañados por la Luz y que están exentos de los
Sincorazón.
-¡¿En serio?!
-Sí, Eleone. Yo misma
lo he visto con él. Es lo que dice.
-Vaya… pero eso ¡son
buenas noticias! ¿No?
-Sí… sí que lo son.
Aún hay esperanza, mi reina.
-Bien… qué alivio.
Pero, ¿qué hay de Keiro, Bastet, Blanck y Vali?
-¿Blanck? ¿Blanck se
marchó también?
-¿No iba con
vosotros?
-No… pensamos que se
debió ir antes o después, pero no iba con nosotros.
-Pues tampoco ha
vuelto…
-Qué extraño… Pero ¿y
Keiro, Bastet y Vali?
-No lo sabemos, Eleone,
nos separaron los Sincorazón nada más salir de Eclissis.
-Majestad, yo mismo
iba a pediros que nos dejaras preparar una expedición para ir a buscarles.
Puede que aún sigan vivos.
-Nosotros buscamos
bastante, pero no les encontramos. Aún así no quiero darles por muertos.
-Ni yo… pero ¿quién
podría ir?
-No tantos como la
última vez, pero sí más de dos.
-Eryn y Kuroi estarán
cansados. Claudia, ¿querrías acompañar a Jaleel y Zero?
-¡¿Co-co-co-cómo?!
-Tranquila, no
haremos eso hasta que no vuelvas, tengo que empezar a confiar en ti, ¿no? Y
Zero te protegerá, ¿verdad?
-Por supuesto, mi
reina.
-Bueno, entonces
¡genial!
Tan pronto como
Claudia saltó y gritó de alegría, un extraño brillo botador apareció desde el
cielo rebotando varias veces contra las paredes del patio hasta que chocó
contra el suelo en un montón de centellas. Jaleel y Zero invocaron sus Llaves
espada como protección, pero no hizo falta, de entre las luces apareció un
viejo amigo al que Eryn y Kuroi reconocieron en seguida.
-¡Majestad!
El príncipe Mickey
había llegado mágicamente y levantándose y limpiándose sus ropas se aproximó al
grupo.
-Hola, chicos.
-Oh, el ratón.
-¿Le conocéis?
-Sí. Es el príncipe de un Mundo en el que estuvimos.
-Sí. Es el príncipe de un Mundo en el que estuvimos.
Eleone rápidamente se
acercó como una buena embajadora y saludó a Mickey.
-Encantada, majestad,
soy Eleone, reina de Ciudad Eclissis.
-El placer es mío,
madame, je, je. Yo soy el príncipe Mickey.
-¿Qué os trae por
aquí, majestad?
-Hola, Kuroi. Pues la
verdad es que traigo noticias del Maestro Yensid.
-¿Tan pronto?
¡Genial!
-¿Quién es el Maestro
Yensid?
-Oh. Es un Maestro de
la Llave espada que conocimos en nuestros viajes. Resulta que es un poderoso
hechicero que es del mismo Mundo que Eryn.
-Oh, vaya… Bueno,
¿cuáles son esas noticias, príncipe Mickey?
-El Maestro Yensid me
ha mandado para deciros que ha encontrado la localización de tres Maestros de
la Llave espada, puede que necesitéis su ayuda para que os entrenen en los
caminos de la Llave espada.
-¿Tres Maestros?
-¿Quieres decir
poderosos Elegidos de la Llave espada?
-Sí. Aunque Yensid no
sabe ni su nombre ni su apariencia, sólo ha descubierto su localización. Me ha
mandado para dároslas, lo que hagáis con ellas, es cosa vuestra.
-Bueno, es decir, nos
resultarían muy útiles tres Elegidos de su envergadura, aunque no pudieran
entrenarnos, sería un gran poder de nuestra parte.
-Siento que mi visita
haya sido tan corta, pero tengo que volver para limpiar la torre. Adiós,
chicos.
-Adiós, príncipe
Mickey.
-Adiós, majestad.
Mickey sacó de sus
túnicas un pergamino que le otorgó a Kuroi y luego alzó la mano en la que
guardaba un fragmento de lo que parecía una estrella y rápidamente se volvió a
convertir en un rayo de luz que volvió a rebotar varias veces entre los muros
del patio hasta que desapareció en el cielo.
-Qué extraño ser.
-Sí. Pero esto cambia
los planes. No podemos buscar a los demás y a los Maestros a la vez.
-Vaya, estas
localizaciones son muy extrañas.
-¿Por qué, Kuroi?
-Tienen nombres
extraños. Chrystalis, Pandemonium y Gemelus.
-¿Sólo nos ha dejado
el nombre?
-No, hay unas
extrañas flechas grabadas con magia que no paran de moverse, supongo que serán
como una especie de brújula a cada localización.
-Me pregunto si mi
madre conoció a alguno de esos Maestros.
-Yo me pregunto lo
mismo de mi Maestro, dijo que hace muchos años visitó el Espacio entre los
Mundos con un amigo, si sabía algo de la Llave espada es que conoció a otros
Elegidos.
-Eso no responde a
cómo lo vamos a hacer. No podemos buscar a los demás y a los Maestros a la vez.
-Id a buscar a los
Maestros.
-Pero Eleone…
-Tranquila, Claudia.
Son Maestros, ¿no? Podrían ayudarnos a buscarles. No podemos desaprovechar esta
oportunidad. Además, si siguen vivos podrán aguantar un poco más.
-Y si no lo están…
-No pienso dar eso
como opción hasta que no quede más remedio.
-Bueno, entonces
¿podemos partir ya, majestad?
-Claro, Jaleel.
Claudia cuídate.
-Sí, hermana.
Las nuevas reinas se dieron un abrazo e invocando sus Llaves deslizador y armaduras, Claudia, Jaleel y Zero salieron del Mundo dejando a los otros tres Elegidos solos.
-Kuroi, ¿podrías
hacerme un informe más extenso de vuestro viaje?
-Claro, majestad,
será un placer.
-Eleone, yo me pondré
con la barrera mágica ya mismo, creo que estoy preparada y ya he dejado pasar
mucho tiempo.
-Sería genial, Eryn.
Hay varios hechiceros en los barracones, pídeles ayuda si lo necesitas.
-Sí, gracias, ma... majestad.
Eleone sonrió ante el
nuevo título que le había puesto Eryn y marchó con Kuroi a la sala del trono
donde él último empezó a contarle sus aventuras a la reina.
-…el hechizo funcionó
y los cuatro aparecimos en Paraíso de los Hechiceros en su apogeo, calculamos
un poco mal el punto de llegada y el Dahaka casi nos destroza, pero varios
hechiceros que había por allí le consiguieron contener a tiempo. Cuando le
contamos la historia al Maestro de Eryn casi se muere de un infarto, ja, ja.
Pero fue muy amable y nos ayudó, encarceló al Dahaka y con un poco de ayuda
conseguimos volver a nuestro tiempo. Luego Eryn y yo pensamos que ya era hora
de volver aquí y esa es la historia.
-Me alegra que todo
terminara bien, habéis visitado bastantes Mundos, qué envidia.
-¿Y qué tal estáis
vos, mi reina?
-Bien, muy bien,
Kuroi. Mi padre me abrió los ojos antes de morir, era su hora y lo llevo bien,
aunque Claudia no tanto. Pero sé que podremos llevarlo, os tengo a vosotros y
el pueblo parece haberme aceptado de buena gana.
-Me alegro un montón,
majestad.
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Zero, Jaleel y
Claudia, que ya habían llegado al Espacio entre los Mundos, decidieron abrir el
mapa para decidir su primer destino.
-Tenemos para elegir
Chrystalis, Gemelus y Pandemonium, ¿qué os parece, chicos?
-Pandemonium.
-Pero si es el que más
tenebroso suena.
-Precisamente,
princesa. Si nos quitamos el peor primero, mejor.
-¿Zero?
-Creo que Jaleel tiene razón.
-Creo que Jaleel tiene razón.
-Bueno… Que así sea…
Vayamos a Pandemonium.
Y los tres Elegidos
se perdieron de vista en el gigantesco Espacio entre los Mundos.
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