martes, 21 de agosto de 2012

Capítulo 2: Pandemonium

La princesa Eleone se encontraba en los balcones reales donde solía pasar la mayor parte del tiempo últimamente, rezando porque sus compañeros Elegidos volviesen, pese a que su hermana había ido a buscarles rezaba porque apareciesen en cualquier momento. No sintió la presencia de su guardaespaldas hasta que la abrazó suavemente por la espalda dando un pequeño respingo del susto.

-¡Ah!
-Tranquila, soy yo.
-No vuelvas a hacer eso, tonto.
-Tenía que aprovechar que Abraham se ha ido.
-Alexander… no digas eso ni en broma.
-Pero si no nos deja estar juntos.
-Sabes que eso no es cierto.
-¿Sigues sin creerte lo de la amenaza?
-No es propio de él. Eres su hermano.
-¿Y por qué me lo iba a inventar?
-No digo que te lo inventes. Sólo que… no lo pensaba de verdad.
-Tú no estabas mirando la determinación en su mirada cuando me lo dijo.
-Estaría cabreado y por eso lo dijo.
-Bueno, vale. No voy a discutir.
-No es discutir. Es tu hermano, Alexander. Deberíais tener otro tipo de… relación.
-¿Crees que no lo intento? Pero él… no es el mismo desde que murieron nuestros padres y luego aquello… ¿qué pasó, Eleone?
-Lo siento, no me acuerdo. Vas a tener que preguntárselo a él.
-Jum, claro… como si me lo fuera a contar.
-Alexander…

Eleone se dio la vuelta para abrazar a su guardaespaldas de frente donde dejó descansar su cabeza en el pecho del joven.

-Me duele veros así.
-No quiero que seas tú la que más sufra nuestro enfado. Y sólo hay una solución para eso.
-No… No… Ni en broma… Te necesito más que nunca.
-Pero…
-Ya hablaré yo con él.
-¿Crees que eso es… adecuado?
-No sé si es adecuado, pero es lo mejor. Yo te quiero a ti, y tiene que aceptarlo. Hay más chicas en el Mundo.
-Pero ninguna como tú.
-Las habrá mejores.
-Que va, ninguna tiene un Corazón puro como el tuyo.
-Bueno, Claudia…
-¿Claudia? ¿Crees que…?
-¿Estás pensando lo mismo que yo?
-Harían buena pareja.
-¿Y cómo hacemos que mi hermana y tu hermano…? Esto es una locura. No deberíamos ni pensarlo.
-Tienes razón, solo ellos deberían elegir a quién querer.
-Bueno, ahora que soy reina voy a necesitar un rey.
-¡¿Cómo?!

Alexander se despegó a una velocidad inédita de Eleone al escuchar eso, ella ahora le miraba pícaramente.

-¿Lo-lo decís en serio, majestad?
-Eh, ¿y ese cambio de actitud? Tranquilo, sólo bromeaba. Aunque no debería ser algo que descartar. Si seguimos así, algún día tendrás que pedirme la mano, ¿no?
-Bueno, esto, yo…
-Ja, ja, ja. Te pones tan mono cuando estás nervioso.
-Eso no hace gracia, mi reina.
-Venga, hombre, relájate. Ni que casarse conmigo fuera algo tan horrible.
-No es por casarme contigo. Es por lo que ello conlleva.
-¿Y lo que conlleva acaso no lo estás haciendo ya? Quererme, apoyarme, aconsejarme…
-Visto así.
-Sólo lo haríamos más formal. Ahora que ya no está mi padre no deberíamos mantenerlo oculto.
-¿De verdad querrías casarte conmigo?
-Claro que sí. Pero creo que deberíamos esperar a que esto termine. No quiero que me estropeen la boda, esos tíos son muy puntuales.
-Bueno, yo no iba a invitarles.
-Yo tampoco, ja, ja, ja. Pero seguro que se invitaban ellos. ¿Es que no puedes esperarte para casarte conmigo?
-Puedo esperar lo que haga falta.

Y finalmente sellaron la conversación con un beso.

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Los tres Elegidos de viaje se encontraron finalmente ante lo que la flecha indicaba que era Pandemonium. No era un Mundo cualquiera, ni siquiera podían asegurar que aquel castillo en lo alto de aquella carcasa pudiera ser un Mundo, estaba más muerto que Paraíso de los Hechiceros.

-¿De verdad tenemos que bajar ahí?
-Princesa, has venido sabiendo a lo que os enfrentabáis.
-Sí, sí, lo sé. Es que…
-Princesa, mírame.
-Zero.
-Estoy contigo, yo te protejo. No voy a dejar que te pase nada.
-Va-vale.

Finalmente los tres bajaron al Mundo sin quitarse las armaduras, aquel lugar parecía tener el aire envenenado. Se quedaron frente a las murallas que parecían ser la entrada a aquel “Pandemonium”, pues de alguna manera debía haber una barrera mágica que no les permitía pasar de las murallas si no era por suelo.

-¿Y esto tiene un timbre o una campanilla?
-Esas cosas de ahí arriba nos están mirando.

Los tres alzaron la vista y vieron unos extraños aparatos en lo alto de las murallas que les perseguían como si les estuviesen vigilando. 

-Nos estarán observando.
-Esa tecnología parece muy avanzada.
-¿De verdad que vive aquí un Maestro de la Llave…? ¡Ah!

Antes de que terminara la frase, Claudia dio un grito del susto que se llevó cuando las puertas se abrieron sin previo aviso.

-Tranquila, princesa.
-Jopé, no me lo esperaba.
-Es claramente una invitación. Deberíamos ir con cuidado.
-No hace falta que lo jures, Jaleel. Princesa, ve detrás de mí.
-S-sí, Zero.

Los tres prosiguieron la marcha a pie a través de un camino que hacía de puente en un acantilado y que llevaba directamente a la puerta de un misterioso y tenebroso castillo. Cuando llegaron a las puertas se volvieron a abrir sin ningún tipo de ayuda volviendo a invitar a los Elegidos a que prosiguiesen la marcha. Una vez dentro, en el hall, el cual parecía sacado de una película de terror, fueron atendidos por lo que parecía un… mayordomo robot, bastante bien construído. Claudia se quedó bastante perpleja al ver a semejante cacharro moverse y hablar.

-Hola – invitados. Mi amo – les espera – en su despacho.
-¿Nos estaba esperando?
-No – ha sido – una grata sorpresa.
-¿Y cómo sabía…?
-Habrán sido los aparatos de las murallas, princesa. Nos estaban vigilando.

Claudia no dijo nada más y siendo guiados por el robot los tres Elegidos llegaron a un gran despacho-biblioteca donde un hombre atabiado con una enorme armadura les esperaba, por el aspecto de la armadura parecía ser un Elegido, el casco era terriblemente tétrico y su armadura llevaba partes mecánicas que no solían verse en seres vivos. El anfitrión empezó a hablar con una voz metálica y profunda.

-Bienvenidos a mi humilde morada, ¿qué trae a unos Elegidos a un lugar tan distante?
-¿Sabes lo que somos?
-Os vi llegar en Llaves deslizador. No hay que ser muy inteligente para unir cabos. ¿Os vais a presentar o tengo que torturaros para sacaros dicha información?

Los tres Elegidos se pusieron bastante tensos ante dicho comentario y estuvieron a punto de invocar las Llaves espada de no ser porque el hombre volvió a hablar con velocidad.

-Tranquilos, es una broma. He estado mucho tiempo solo y a veces no controlo lo que digo.

Claudia suspiró con fuerza aliviada y como buena embajadora de su Mundo, fue la primera en hablar.

-Hola, gracias por su hospitalidad. Soy la princesa Claudia de Ciudad Eclissis y estos son mis guardaespaldas Zero y Jaleel.
-Vaya, una princesa Elegida de viaje por los reinos vecinos. Y decidme, princesa, ¿qué os ha traído a mi hogar?
-Buscamos a un Maestro de la Llave espada. Y por como viste usted, supongo que…
-Suponéis bien, princesa. Soy el Maestro de la Llave espada al que buscáis. ¿Puedo saber cómo me habéis encontrado? Mi Mundo no es que sea precisamente un alarde de hospitalidad e invitación.
-Otro Maestro de la Llave espada le encontró y nos dio su paradero.
-¿Otro Maestro? Y dime pequeña princesa, ¿el nombre de ese otro Maestro no será por casualidad Yensid?
-S-sí, señor.
-Oh, ese viejo metomentodo siempre metiendo las narices en los asuntos de los demás. Bueno, ya que estáis aquí, ¿en qué puedo ayudaros?
-Chss (Princesa, este tipo no parece ser del tipo de gente que ayuda a los demás).
-Chss (Pero ya que estamos aquí).
-¿Decíais algo, su majestad?
-N-no, no. Ejem, no sé si está al corriente de lo que está sucediendo fuera de su castillo, señor.
-¿Os referís, princesa, a la aparición de los Sincorazón y de esos estúpidos niñatos que se arrancaron el Corazón?
-S-sí…
-Entonces sí estoy al corriente, princesa. ¿Por qué, hay algún problema?
-Bueno, ejem, me preguntaba que si usted, ya que es también un Elegido…
-¿Os podría ayudar?
-S-Sí…
-¿Y qué tipo de ayuda queréis solicitar de mí?
-Cualquiera que puedra ofrecer, señor.
-¿Está segura, princesa, de dejarme a mí esa elección?
-P-por supuesto. Nunca vinimos a obligarle a hacer nada que no quisiera.
-Bien. Entonces os daré unos consejitos.
-¡¿Consejos?! ¡Debe estar de broma!
-¡Jaleel!
-
-¿El joven caballero no está de acuerdo con la elección de su princesa?
-Hemos hecho un largo camino para encontrarle. Usted es un Elegido, ¿acaso no quiere ayudarnos? Si el Reino de la Luz cae, usted también cae.
-Muy cierto. Sí. Muy sabias palabras, joven caballero. Entonces, ¿qué tipo de ayuda queréis? ¿Le permitirás a tu joven subordinado, princesa, que cambie la petición?
-Yo… sí.
-Necesitamos entrenamiento. Aún desconocemos muchos de los secretos de la Llave espada que seguro usted conoce.
-Oh. Los secretos de la Llave espada, sí. Misterioso y difícil es el camino de un Maestro de la Llave espada. ¿Seguro que estáis dispuestos a seguir ese camino de mi mano?
-Yo sí.
-Jaleel… pero…
-Vosotros debéis seguir buscando al resto de Maestros de la Llave espada. Yo me quedaré a que me enseñe a ser un Maestro a su manera, no creo que pudieráis soportar sus… extrañas costumbres.
-Tomaré eso como un cumplido, joven caballero.
-¿Estás loco, Jaleel?
-No. Vinimos precisamente para esto. Lo que me enseñe podré enseñároslo a vosotros. Tú debes seguir con la princesa. Aún quedan dos Mundos que tenéis que visitar. Confiad en mí.
-Confío en ti, Jaleel.
-¡Princesa! No debemos separarnos. Recuerda que una de las razones por la que salimos de Eclissis fue para recuperar a nuestros compañeros.
-No me moveré de aquí, Zero. Y en cuanto termine volveré a Eclissis, lo prometo.
-¿Todo listo princesa y jóvenes caballeros?
-Princesa…
-Es lo mejor, Zero. Debemos marcharnos. Gracias por todo, Maestro…
-Garland. Pero no me llaméis Maestro. Sólo Garland.
-Bien, Garland. Hasta la vista, Jaleel.

Y sin mediar más palabra, la princesa salió de aquel lugar de nuevo siendo guiada por aquel extraño robot mientras Zero la seguía en silencio sin saber muy bien qué hacer porque su grupo no se rompiera. Finalmente salieron de las murallas y Claudia invocó su Llave deslizador.

-Princesa, ¿estáis segura de esto?
-Muy segura, Zero. Aún nos queda por visitar Gemelus y Chrystalis, deberíamos darnos prisa. 

Finalmente, convencido por las palabras de Claudia, Zero también invocó su Llave deslizador y salieron a toda prisa de aquel Mundo.

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-Estoy preparado para cualquier lección que deba aprender, Garland.
-Sé muy bien que estás preparado, joven caballero.
-Llámame Jaleel.
-Está bien. Aceptaré tus deseos igual que tú has aceptado los míos, Jaleel. Tengo, sin embargo, una noticia que darte.
-¿Qué ocurre?
-No eres el único aprendiz que tengo.
-¿No soy el único? Bueno, a mí no me importa mientras reciba el mismo trato que él.
-Él no pide ningún trato especial, tampoco es que lleve mucho tiempo aquí.
-¿No lleva mucho tiempo aquí?

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Zero y Claudia finalmente se alejaron lo suficiente de Pandemonium y volvieron a mirar en el mapa para elegir su próximo destino.

-¿Chrystalis o Gemelus?
-¿Me dejáis elegir, princesa?
-Sí. No tengo gusto para esto de los nombres.
-¿Qué os parece Chrystalis?
-¿Chrystalis? Sí, ¿por qué no?
-Pues decidido, princesa.

Y acelerando a máxima potencia, los dos Elegidos se perdieron entre las estrellas.

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-Puedes entrar.

Jaleel entonces pudo observar como la silueta de otra persona entraba en aquel despacho-biblioteca, pero esa silueta venía acompañada de otra un poco más baja, era un enorme lobo de pelaje gris azulado que debía medir fácilmente el metro cincuenta hasta la cruz. Jaleel se quedó sin palabras cuando la cara de aquel joven se tornó ante la luz.

-Es bueno saber que sobreviviste, Jaleel.
-B-Blanck…

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