lunes, 17 de septiembre de 2012

Capítulo 5: Retazos de un nuevo destino

-¿Ya se va a unir a nuestro entrenamiento, Garland?
-Sí, el joven Jaleel tiene lo necesario para empezar ya.
-Deberás aprender rápido, Jaleel. No puedo permitirme perder el tiempo por tu culpa.
-No tienes que perder nada por mí. Céntrate en tu entrenamiento que yo me centraré en el mío.
-Veo que no hay manera de que os llevéis bien.
-Lo siento, Garland. Perdónale. Es demasiado impulsivo. Dejemos de perder el tiempo y empecemos.
-¿Empezar? No. Seguidme.
-¿A dónde vamos, Garland?

El maestro no respondió, tan sólo salió de aquel lugar seguido por sus ahora aprendices por largos recorridos y pasillos hasta que se alejaron bastante del castillo, finalmente Garland abrió unas enormes puertas sin siquiera tocarlas y una potente luz iluminó a los tres.

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El interior era un enorme coliseo de arena con gradas para por lo menos cinco mil personas.

-¡Guau!
-Este es mi coliseo particular, lo creé hace mucho en un lugar lo suficiente lejos del castillo para poder poner a prueba mis experimentos sin que Panedemonium sufriera las consecuencias.

Entonces Jaleel y Blanck se dieron cuenta de que los daños que había sufrido aquel sitio no habían sido por el tiempo o el descuido, había golpes y piedras partidas por poderes que no lograban alcanzar a entender.

-¿Por qué nos enseñas esto?
-Luchad.
-¡¿Cómo?!
-Ya me habéis oído. No hay nada mejor para entrenar que una pelea a muerte.
-¡¿A muerte?!
-Bueno, no tiene porqué ser a muerte. Pero luchad como si lo hiciéseis, es la mejor manera de superaros.
-¡Vale!
-¡Blanck!
-¿Tienes miedo, Jaleel?
-No… pero…
-¡Pues vamos!

Blanck saltó a la arena esperando que Jaleel hiciera lo mismo, cuando ambos se posicionaron el uno en frente del otro, Garland dio la señal para que empezaran.

Blanck empezó la batalla como casi siempre, sus ansias y su ira a penas podían controlar sus ganas de machacar cosas, en este caso, la Llave espada de Jaleel, con la cual detenía los golpes de Blanck como buenamente podía.

-¿Qué pasa, Jaleel? ¿No sabes atacar?

Jaleel no respondió con palabras, en vez de bloquear el siguiente ataque de Blanck, lo esquivó y contra atacó pero el muchacho lo esquivó con una extraña pirueta giratoria.

-Buenos reflejos.
-No pretendas ganarme en velocidad ni en fuerza, Jaleel.
-No las necesito cuando obviamente tengo mucha más disciplina y técnica que tú.
-¡Arrrrgh!

Blanck se volvió a lanzar el ataque con veloces y diestras piruetas aunque Jaleel siempre se las arreglaba para poner la Llave espada en el lugar adecuado para detener el golpe.

-Mmm… muy interesante, uno lucha con velocidad y fuerza esperando acabar con su enemigo rápido, el otro es más inteligente y espera a que el otro se quede sin fuerzas analizando la situación para contra atacar. Muy interesante…

Fue cuestión de tiempo de que Jaleel aplicase su estrategia, aprovechó las bajas de energía de Blanck para responderle con fieros y duros ataques, Blanck los esquivaba como podía. El último fue demasiado poderoso y se vio obligado a bloquearlo pero le elevó al cielo, momento que Jaleel aprovechó esa ventaja para acabar con Blanck.

-¡Eres demasiado débil!

Jaleel saltó con fuerzas para terminar aquello pero algo le aferró el pie con fuerzas dándole varias vueltas en el aire y le acabó arrojando contra el suelo contra el que se dio un buen golpe. Cuando recuperó la postura pudo ver al lobo Fenril de Blanck, Blanck recuperó la postura de batalla.

-¡Eso es trampa!
-¿Por qué? Él es parte de mí.
-Con que esas tenemos, ¿eh? Si lo que quieres es luchar con todo, acepto el reto.

Jaleel se quitó la capa y la camiseta dejando de nuevo al aire su tatuaje que había recuperado su tamaño original, luego cerró los ojos y una sombra apareció a sus espaldas, era Espectro. Blanck se puso a la defensiva.

-No se te ocurra atacarle. Sólo protégeme de los ataques del chucho.
-Como quieras.

Jaleel fue esta vez el que se lanzó al ataque, Blanck estaba muy confiado teniendo a Fenril a su lado que fue el primero que se lanzó al ataque, Blanck lo seguía de cerca esperando el momento a que el lobo detuviese el ataque de Jaleel para ramatarle. Sin embargo la estrategia no fue así, aunque Jaleel iba totalmente disparado hacia el can, cuando éste le atacó le traspasó como si fuese inmaterial, eso desconcertó a Blanck el cual recibió un poderoso golpe en el costado por parte de Jaleel que aprovechó el envite para dar un salto atrás. El lobo volvió a atacarle pero el ataque le atravesó de nuevo, Blacnk levantó la cabeza cabreado, aquellos rasgos salvajes se hicieron en su rostro una vez más.

-Parece que el gatito no puede contenerse más.
-¡Cállate! ¡Graaaagh!

Blanck se lanzó al ataque a la vez que Fenril en un perfecto ataque coordinado aunque los dos atravesaron a Jaleel que se dio la vuelta con rapidez para atacar a Blanck por la espalda. Un nuevo ataque tumbó al muchacho salvaje que volvió a levantarse, aunque esta vez para quedarse a cuatro patas.

-No voy a poder atravesar más ataques.
-Pues ya sabes.

El tatuaje de Jaleel creció bastante y Espectro desapareció introduciéndose en la Llave espada de Jaleel, le daría a Blanck el ataque final que acabó con aquel Señor de la Oscuridad.

-¡Esto no va a acabar así!

Blanck saltó sobre Jaleel esquivando su primer ataque, se impulsó sobre él y saltó con todas sus fuerzas hacia el cielo cargando todas sus fuerzas en un tremendo corte que mandó una onda cortante con forma de luna que amenazaba con destruir el estadio. Jaleel observó el ataque y saltó con fuerzas empuñando su oscura Llave espada y golpeó la onda de energía con todas sus fuerzas. Blanck se impulsó desde el cielo hacia abajo y golpeó la onda de energía, las dos fuerzas estallaron a la vez en una preciosa explosión negra y blanca, Garland observó todo aquello con una invisible sonrisa en la cara.

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Mientras tanto, en Ciudad Eclissis, Eleone estaba sentada en su trono esperando a alguien.

-Majestad, ¿me hiciste llamar?
-Sí, Eryn. Quería que me hablaras sobre la barrera. ¿Cómo de poderosa es?
-¿A qué te refieres?
-Sé que funcionará con los Sincorazón, pero…
-¿Temes por esos a los que llamáis Señores de la Oscuridad?
-Tú no les has conocido, Eryn. Son muy poderosos.
-No sabría decirte. Es verdad que ningún hechicero oscuro se atrevió a atacar nunca la barrera de mi Mundo, pero las artes de mi Maestro son mayores que las mías. Mi barrera es mucho más poderosa que la suya, gracias a la ayuda de todos los hechiceros que hay aquí, pero no es refinada, seguramente tenga defectos.
-¿Defectos?
-Mi barrera es magia pura, no contiene muchos hechizos que defienda sus debilidades. La barrera de mi Maestro tenía infinidad de hechizos, tales como absorber poder del resto de la barrera si alguien atacaba un punto en concreto o proteger el núcleo si alguien conseguía infiltrarse en la ciudad.
-Entiendo… Pero aún así, sigue cumpliendo su papel.
-No quiero meter la mano en el fuego, Eleone. Pero dudo que esos tíos sean lo suficientemente poderosos para atravesar la barrera indemnes, es imposible que tengan más poder que todos los hechiceros de Ciudad Eclissis juntos.
-¿Indemnes?
-No es imposible atravesar la barrera. ¿Cómo te lo explico? La barrera no detiene el movimiento, sólo repele las fuerzas que lo atacan.
-¿Y eso qué significa?
-Que si tú intentas atravesar la barrera, la barrera no te detendrá, sólo empleará su fuerza mágica para repelerte. Por lo tanto, alguien con mucha fuerza es capaz de superar las fuerzas de la barrera, pero al atravesarla sufrirá el impacto de la barrera más el suyo propio al intentar atravesarla.
-Eso significa…
-Que cuánto más fuerte eres, más poderoso es el golpe que recibes al atravesarla. Por suerte sí que he creado un hechizo de regeneración, si alguien consiguiese atravesar la barrera sacrificando su cuerpo en el proceso, el resto de la barrera volvería inmediatamente a enviar energía mágica al punto para regenerarlo.
-Entonces la única debilidad de la barrera…
-Es el núcleo. Majestad, ahora podéis ahorraros a muchos de los centinelas que patrullan la ciudad, con que mandéis unos pocos para que controlen el orden sería suficiente.
-El resto debería ponerlos a defender el núcleo.
-No creo que tantos quepan en la sala del núcleo, mi reina.
-Cierto, ja, ja.
-Pero sí, es la única debilidad de la barrera. Si uno de ellos sacrificara su cuerpo para atravesar la barrera, seguramente que su objetivo sería el núcleo y habrá que defenderlo a toda costa. Me es imposible causar un hechizo que me avise si la barrera mágica está siendo atacada, así que cualquier ataque de esa índole…
-No podríamos saberlo. Tendremos que confiar en proteger el núcleo.

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-Yo opto por el Mundo mágico.
-¿Alguna razón, princesa?
-No me gusta mucho la tecnología. En el caso de que fuesen enemigos, no creo que enfrentarnos a eso fuese adecuado.
-Eso es muy inteligente, Claudia.
-Gracias, Bastet.
-Vayamos, entonces.

Los tres Elegidos bajaron al Mundo elegido y deshicieron sus armaduras y Llaves deslizador en un callejón para no llamar la atención, la de Bastet desapareció para ya no volver.

-Espero que Keiro ya esté de camino, no os puedo servir de mucha ayuda.
-No te preocupes, pelirroja, yo os protegeré.
-Oh, por cierto, Bastet. A partir de ahora cuando visitemos un Mundo tenemos que pasar desapercibidos, no queremos que la gente se haga preguntas que no debe. Tenemos que velar por su protección.
-Parece una buena idea.
-Bien.

El trío entonces se infiltró en la ciudad pasando bastante desapercibidos entre sus ciudadanos, aunque fue cuestión de tiempo de que en medio de una plaza cualquiera un grupo de Sincorazón apareciera. El caos cundió en unos segundos y los ciudadanos de la zona empezaron a escapar aterrorizados.

-¿Qué dem…? ¿Sincorazón aquí?
-Parece que este Mundo no está protegido de ellos.
-¡Tenemos que acabar con ellos!

Zero se lanzó al ataque contra las sombras, seguido de Claudia y Bastet que sólo podía emplear hechizos. Las sombras cayeron en cuestión de segundos, pero una segunda ola de Neosombras apareció haciendo retroceder levemente a los héroes, fue entonces cuando un grupo de hechiceros apareció en la zona y ayudando a los Elegidos acabaron con los Sincorazón en un santiamén.

-¡Vaya, qué bien, refuerzos! Así es como parecen defender la ciudad.
-Han llegado a tiempo.

El líder de lo que parecía el grupo de hechiceros del Mundo se acercó al grupo con cara de pocos amigos.

-Quedáis arrestados en el nombre de la reina Zelda.
-¡¿Cómo?! ¡Os hemos ayudado a acabar con los Sincorazón!
-No se pueden usar armas en el reino Omega, es un delito castigado con la muerte.
-¡Debes estar de broma!
-Princesa, no discutáis más, no entrarán en razón.

Zero se lanzó al ataque intentando abrir una ruta de escape para él y las chicas, pero rápidamente fue derrotado cuando uno de los hechiceros usó un conjuro para desarmar a Zero y el líder ató las manos del Elegido a su espalda con una poderosa cuerda mágica.

-¡Ah!
-¡Zero!
-¡Huid!

Bastet agarró de la mano a Claudia e intentó correr en dirección contraria alejándose de los hechiceros aunque otra cuerda mágica ató sus pies cayendo al suelo.

-¡Bastet!
-¡Huye tú, princesa!
-¡No, no os dejaré!

Claudia intentó en vano salvar a sus camaradas y acabaron los tres atados e incapacitados, luego les levantaron y les pusieron rumbo al castillo de aquel hermoso aunque peligroso lugar.
Les llevaron hasta la sala del trono, donde una mujer ataviada con lujosas ropas y un velo que le tapaba la cara, presidía la habitación.

-Mi señora, hemos atrapado a estos jóvenes utilizando armas en nuestro reino.
-¡Hemos protegido su reino de…!
-¡Mutis! Lo siento joven, pero no se te permite hablar si no es con mi consentimiento. Mi gran leal hechicero, decís que llevaban armas, pero no las veo.
-Desaparecieron cuando les incapacitamos.
-Entiendo… bueno, ya sabéis cual es el castigo. La arena del coliseo. Que luchen por sus vidas y para hacer disfrutar al pueblo.
-Espere, majestad.
-¿La joven quiere hablar?
-Me llamo Claudia, majestad. Soy la princesa de un reino muy lejano. No puede hacernos esto. Sólo intentábamos proteger su reino.
-¿Una princesa? Mmm… lo siento, pero las leyes de nuestro Mundo son ancestrales, y no puede haber excepciones. Haberos quedado en vuestro reino, princesa.
-¡No!
-Lleváoslos a las celdas.
-Sí, señora.

Los Elegidos fueron llevados a sus celdas y la reina Zelda se quedó sentada en su trono pensativa. Había una sombra de un joven detrás del trono, parecía que había estado todo el rato allí entre las sombras.

-Ese rostro… y ese pelo…
-Madre, ¿os encontráis bien?
-Sí, hijo. No es nada.

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