martes, 18 de septiembre de 2012

Capítulo 6: Unos de los suyos, unos de los nuestros

Recomiendo escuchar esta canción mientras lees:

 

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Jaleel se despertó exhausto y confundido, abrió los ojos muy despacio aunque no hubo ninguna luz potente que le molestara y terminó de abrirlos con total tranquilidad para poder ver a los pies de su cama al Maestro Garland observándole.

-¿Qué…? ¿Qué ha pasado?
-¿No lo recuerdas?
-No… estoy… confuso…
-Blanck y tú casi os matáis. Destruistéis la mitad del coliseo y os tuve que sacar de allí. Lo conseguí por poco.
-¿Y Blanck?
-No soportó la idea de ser derrotado por ti. Estará en algún lado lamiéndose las heridas de su ego.
-¿Derrotado por mí? Pero si se ha despertado antes.
-Da igual. Pensaba que con mi entrenamiento no serías ninguna molestia para él. Pero no fue así.
-No debería sentirse tan mal, tuve que usar mi mayor poder para detener su ataque.
-No mientas.
-
-No fue tu mayor poder, la última vez que usaste tu mayor poder te tiraste días en coma.
-¿Cómo sabes eso?
-Quizás no fui del todo sincero con tu princesa.
-¿Qué quieres decir?
-Llevo muchos años siendo un Elegido de la Llave espada, Jaleel, y esta batalla no acaba. Luz, Oscuridad, Elegidos, Sincorazón… no tiene fin. Es una batalla interminable, un ciclo eterno. No puedes luchar contra la Oscuridad sin entenderla, eso lo sabes mejor que nadie, ¿verdad?
-
-Yo también soy como tú, adquirí las dos corrientes del Mundo para poder entender lo que pasaba. La Luz no es suficiente para entenderlo todo, así que insuflé un poco de Oscuridad en mi Corazón y vi todo desde otra perspectiva. Llevo muchos años experimentando con Luz y Oscuridad para intentar crear un equilibrio entre ellos y que la batalla termine, pero cada vez que los uno… explotan… son inestables, una combinación peligrosa. Sin embargo, tú… eres especial… has conseguido cierto equilibrio entre la Luz y la Oscuridad que dormitan en ti.
-No es lo que crees, Garland.
-¿Ah, no?
-No. Mi Corazón es de Luz, todo ello.
-¿Entonces?
-Mi cuerpo está hecho de Oscuridad.
-¡¿Cómo?! Eso no es posible…

Garland se dio la vuelta algo nervioso y empezó a dar paseos en la sala intentando recordar algo.

-No es posible…
-¿El qué no es posible?
-¡Tú no deberías existir!
-¡¿Cómo?!
-Esa combinación no es natural. Tu existencia… rompe el equilibrio.
-¿Y la de los Sincorazón no?
-Ellos no deberían estar en el Reino de la Luz. Tú simplemente no deberías estar.
-Quizás es por eso. Quizás estoy aquí para reestablecer el equilibrio.
-Pero si lo haces… Si lo reestableces…
-Lo sé…
-Si no tomas esa elección llegado el momento… Yo lo haré por ti.
-

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Mientras, en una húmeda y fría celda, tres Elegidos esperaban su fin en el coliseo de Gemelus.

-¿Ya puedes hablar, Zero?
-Sí. Esa bruja… es muy poderosa.
-¿Y ahora qué hacemos?
-No pienso quedarme de brazos cruzados mientras esperamos el fin. No hemos viajado por todo el Reino de la Luz para acabar aquí. Si os pasa algo, princesa, nunca me lo perdonaría.
-No te preocupes, Zero. Saldremos de ésta. Estoy segura.
-Espero que Keiro nos encuentre…
-No creo que dejar nuestro destino en manos de él sea una buena idea.
-Zero…
-No lo digo por eso. Pero dado que no le hemos avisado, lo mismo le atrapan a él también. Bueno, empecemos la huída.
-¿Cómo?
-Pues como siempre lo hemos hecho… con la ayuda de… de…

Zero intentó invocar su Llave espada, pero no acudía.

-¿Qué pasa?
-Debe haber un campo antimagia o algo así.
-Oh, vamos, las Llaves espada nunca nos han fallado, ni siquiera en un momento así.
-Esa mujer… debía saber algo. Tú mismo has dicho que era muy poderosa.
-¡¿Pero más que una Llave espada?!
-
-¡Mierda! ¿Y ahora qué?
-Quizás deberíamos sobrevivir en el coliseo. A lo mejor nos perdonan la vida.
-O podemos esperar a Keiro.
-Deja ya eso, pelirroja.
-¡Yo confío en él!
-Bah… es inútil.
-¡¿Te rindes?!
-
-¿Desde cuándo el gran Zero se rinde?
-Tú no lo entiendes, pelirroja.
-¡¿Que no lo entiendo? Fuiste tú el que nos dio confianza para que creyésemos en Eleone cuando cayó en Paraíso, ¿o es que ya no te acuerdas?!
-Eso era diferente…
-¡No era diferente! Era… lo mismo. Confiaste en ti… y en ella…
-Pero tenía mi Llave espada.
-La Llave espada solo es una herramienta, Zero. Lo que importa es lo que está aquí dentro.

Bastet se tocó el pecho aludiendo al Corazón.

-Zero…
-Está bien, está bien… Intentaremos sobrevivir en el coliseo.
-Ese es el Zero que conocemos.

Fue entonces cuando los Elegidos escucharon unos pasos huecos a través de la escalera de piedra que conectaba las celdas con el castillo. A través de los barrotes pudieron ver a un joven rubio vestido de una manera bastante lujosa que se acercaba a ellos con tranquilidad y el semblante serio.

-¿Quién eres?
-Me llamo Astinus, soy el príncipe de Omega, pero podéis llamarme As.
-¿El príncipe? ¡¿Quieres decir que eres el hijo de esa bruja?!
-¡Eh! No comparto las mismas opiniones con mi madre con respecto a esas estúpidas leyes ancestrales, pero no es motivo para que le llames así.
-Nos ha metido en un calabozo con la intención de entretenerse mientras nos matan.
-Bueno, eso se puede evitar. Decidme cómo son vuestras armas y os las traeré, no recuerdo a ningún hechicero haber traído nada parecido.
-Porque nuestras armas desaparecen cuando dejamos de usarlas.
-¿Desaparecen? ¿Sois magos guerreros o algo así?
-Algo así… Preferimos que nos llamen Elegidos de la Llave espada.
-¡¿También sois Elegidos?!
-¿También, qué quieres decir?
-Mmm… aquí con el campo antimagia no puedo invocar la mía, ¡esperad!
-¡¿Eres un Elegido?!

El joven salió corriendo de nuevo por las escaleras dejando a Zero con la palabra en la boca. Al rato volvió totalmente tranquilo y levantando su brazo invocó su Llave espada.

-He apagado el sistema antimagia, mostradme las vuestras.

Claudia y Zero levantaron sus brazos e invocaron sus Llaves espada a la vez, Bastet se sintió un poco fuera de lugar.

-¿Y ella?
-Bueno, yo… es que…
-Es una larga historia. ¿Nos ayudarás a salir de aquí?
-No puedo hacer eso. Pero ahora que tenéis vuestras armas quizá mi madre os dé una oportunidad si la entretenéis en la arena.
-¿Y por qué haría eso?
-Ella también es una Elegida.
-¡¿Cómo?! ¿Y las leyes no sirven para ella?
-Claro que sirven. Por eso nunca la usa dentro del reino.
-¡¿Y tú?!
-Yo tampoco la uso. Pero tenía que demostraros que yo era uno. Normalmente hago esto.

Astinus agarró la Llave espada con las dos manos convirtiéndola en un violín.

-Así no inflijo las leyes.
-Si lo llegamos a saber…
-Increíble… Un Mundo con dos Elegidos que ni siquiera pueden portar sus propias Llaves espada, ¿qué mierda de leyes son ésas?
-Es una historia muy larga que se remonta a hace muchos cientos de años. Algo ocurrió entre el reino Omega y el reino Alfa, desde entonces aquí no se pueden usar armas y allí no se puede usar magia.
-Vaya estupidez…
-Lo sé. Yo no estoy a favor, y por eso cuando sea rey intentaré abolir esa estúpida ley, pero ahora no puedo hacer nada. Por su culpa no puedo convertirme en un gran espadachín como mi padre.
-Bueno… te agradecemos mucho esto, príncipe. Gracias por darnos una oportunidad para sobrevivir. Le enseñaremos la Llave espada a tu madre y la entretendremos, así a lo mejor nos dejará ir. Tú deberías irte antes de que te encuentren aquí.
-Tienes razón. Muchas gracias, princesa.

El joven lanzó un hechizo de invisibilidad sobre sí mismo y desapareció dejando a los Elegidos de nuevo solos.

-Vaya tío más estirado.
-Zero, un poco de respeto, nos ha salvado la vida.
-Ya, ya… Bueno, preparemos un plan.
-¿Un plan?
-No sabemos a qué demonios nos van a enfrentar ahí fuera. Y como no sé a qué nos vamos a enfrentar no sé si debería luchar yo solo. Necesitaré vuestro apoyo.
-Yo sigo sin Llave espada.
-Lo sé, pelirroja. Pero puedes apoyarme con tus hechizos de fuego.
-¿Y yo?
-Como siempre, princesa, nos curas y si se te acerca alguien a ti o a Bastet, ya sabes…
-¡Por supuesto!
-Bastet, deja que la princesa se ocupe de los que se acerquen a vosotros, tú apóyame en todo momento.
-Bien.
-Y ahora a esperar…

Mientras tanto, al otro lado del coliseo, en las celdas pertenecientes al reino Alfa, un enorme hombre vestido únicamente con una capa y una especie de falda se agachaba para descubrir el horrible estado de su compañero de prisión.

-¿Podrás luchar? No pareces estar en buen estado.

El joven sin embargo no respondió.

-Sé que no inspiro mucha confianza, pero me gustaría volver a ver a mi hermano otra vez y no quiero morir hoy. Necesitaré tu ayuda en la arena.

El joven siguió en silencio totalmente derruído y exhausto por las heridas.

-Maldigo no haber aprendido nunca a usar magia blanca. ¿Tú si sabes?

El joven afirmó con la cabeza.

-Ya, el campo antimagia... Fuera podrás curarte. Por cierto, soy Golbez.
-Agg… Yo… soy Vali…

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En algún lugar del espacio intermedio.

-Tengo que ir más rápido, he presentido que algo le pasaba a Bastet.

La llave deslizador de Keiro alcanzó la mayor velocidad mientras las luces de los Mundos se convertían en líneas que a penas se podían discernir. Pronto Keiro sintió incluso a esa velocidad que alguien le seguía y era otra Llave deslizador, pero ¿de quién? Keiro aflojó la marcha hasta dejar que el otro Elegido le alcanzase, ¿acaso Eleone había mandado a alguien en su ayuda o… para controlarle? Ninguna de esas respuesta tuvo sentido cuando vio que la armadura que llevaba aquella mujer no le era reconocida. Finalmente se pusieron a la par y Keiro vio que la otra Llave deslizador era muy parecida a la suya.

-¿Quién sois?
-Me llamo Keiro, ¿y tú?
-Mmm… Mi nombre es Sina. Decidme, ¿qué hacéis camino de mi Mundo?
-¿Tu Mundo? Yo sólo estaba siguiendo a alguien importante para mí para devolverle esto.

La otra joven vio la mochila con las piezas de armadura y Llave espada que llevaba Keiro a cuestas.

-Hacía mucho que ningún Elegido visitaba mi Mundo. Es muy difícil que haya terminado allí.
-Creéme, está alli. Lo sé.
-Está bien. Seguidme.

Los dos Elegidos volvieron a maximizar la velocidad y en escaso tiempo alcanzaron el doble Mundo de Gemelus.

-He de saber una cosa antes de dejaros entrar, ¿sois hechicero?
-No, ¿por qué?
-La magia está prohibida en mi Mundo.

Keiro obvió el detalle de que sabía magia, siempre se le había dado mejor dar golpes.

-Tranquila, mi Llave espada es mi única arma.
-Bien. Os llevaré ante mi madre.

La joven Elegida invocó un rayo de luz a través de su Llave espada para abrir una puerta hacie el Mundo tecnológico y ambos bajaron directamente al palacio que allí había. Tras deshacerse de sus armaduras, Keiro pudo ver el extraño pelo azul de aquella joven que totalmente suelto le llegaba hasta las piernas. Al igual que él, parecía una guerrera.

-Mi madre no es muy agradable. No se lo tengáis en cuenta.
-Descuida, no quiero ninguna agradable bienvenida, sólo quiero encontrar a mi amiga.

Los dos caminaron directamente hasta la sala del trono, donde una preciosa mujer de cabellos dorados vestida bastante provocadora con las piernas cruzadas estaba sentada en lo alto de un trono con la mirada fija en el nuevo visitante.

-Vaya, vaya, vaya… Ya era hora de que traigases un hombre a nuestra casa, Sina.
-No… no… Es igual, madre. Contádselo.
-Mi nombre es Keiro, su… alteza.

Keiro estaba realmente embelesado por la belleza de aquella mujer, no había visto nada igual en su vida. Era hechizante.

-Mmm… Keiro, ¿eh? Suena muy varonil. Y dime, Keiro, ¿qué hace un chico como tú con una chica como mi hija?
-Sólo la encontré por el camino. Vine siguiendo el rastro de una amiga mía que se dirigía hacia aquí, aunque…
-¿Pasa algo?
-La siento muy cerca de aquí. En esa dirección.
-Alli está el Coliseo.
-¿El Coliseo?
-Puede que tu amiga cayese en el nido de snobs que es el reino Omega y la atrapasen y ahora está siendo la carnaza de nuestros juegos mortales.
-¡¿Cómo?!
-Explicáselo, hija.
-Claro, madre. Desde hace varios siglos, nuestro reino y el reino Omega han tenido una gran disputa sobre cuál es más poderosa, si la fuerza o la magia.
-La fuerza obviamente.
-Oh, Sina, este chico me encanta.
-Así que compramos esclavos a otros Mundos para enfrentarlos en el Coliseo. Aquí en Gemelus Alfa solemos enviar hechiceros a la batalla, aquellos que han usado su magia entre nuestras fronteras, ya que está prohibido. En Gemelus Omega envían guerreros a la batalla, ya que allí están prohibidas las armas.
-Pero Bastet no tiene ningún arma. La tengo yo...
-Mmm… qué lástima. Ha sido atrapada por unos snobs sin nada con lo que defenderse.
-¡No puedo dejarla así!
-Qué pasión. Sina, ¿seguro que no quieres casarte con él?
-¡Madre!
-Pues me lo quedo yo.
-¡Espera! Atrapadme.
-¿Cómo dices? ¿Tan pronto? Y encima es tan directo, es perfecto…
-No. Quiero decir que me dejéis luchar en el Coliseo, tengo que salvarla.
-¿Salvarla? ¿Y yo qué?
-Madre, deje de ser tan egocéntrica.
-Vaya rollo… con lo que me gustaba…
-Lo siento, Keiro. Pero sólo puede ir al Coliseo quien use magia.
-En ese caso…
-¡Ni se te ocurra!
-Pero…
-No se usa magia en mi presencia. Si lo que quieres es ir al Coliseo, allí irás. Pero nada de magia en mi trono.
-Está bien.
-Me habías caído bien. ¿Por qué has tenido que estropearlo, ricura?
-¡¿Me vais a arrestar o no?!
-¿Madre?
-Sí, sí, llevátelo. Esperaré a otro más divertido...
-Gracias, majestad.
-Claro, claro.

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