jueves, 20 de septiembre de 2012

Capítulo 9: Lo que se hizo, se ha de deshacer


Recomiendo escuchar esta canción mientras lees:


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Eryn y Kuroi llegaron poco tiempo después de eso al palacio donde encontraron a Alexander aún sin poder procesar lo que acababa de ocurrir mirando al cielo, esperando a que la reina volviese.

-¡General! ¿Qué ha pasado?
-Kuroi… Eryn… Esto… la reina… se ha ido…
-Pero, ¿a dónde?
-A buscar a Jaleel…
-¿A Jaleel?
-La reina ha tenido un sueño en el que le veía morir… y quiere evitarlo.
-¡Pero eso es una locura!
-Tenemos que seguirla.
-¡No!
-Pero general…
-Si os vaís dejaréis Eclissis desprotegida, y si vuelven los Señores de la Oscuridad…
-La barrera mágica está terminada.
-Y te tienen a ti, Alexander. Pero, ¿a quién tiene ella?
-Bien, me habéis convencido. Pero traedla de vuelta rápido.
-¡Claro!

Eryn y Kuroi no se lo pensaron más e invocaron su Llave deslizador y armadura y salieron volando a toda prisa de Eclissis sin saber que Blanck estaba de vuelta, aunque se cruzaron sin llegar a verse. Cuando Blanck aterrizó en el patio, Alexander le miró bastante sorprendido.

-Blanck…
-Hola… ¿y la reina?
-¿Lo sabes? ¿Qué quieres de ella?
-Creo que es hora de hablar con ella de lo que es.
-¿Y por qué ahora sí y antes no?
-Porque ahora sí y antes no. ¿Dónde está?
-No tengo porqué decírtelo.
-…no hace falta. No te necesito para encontrarla.
-¡No está aquí!
-¿La estáis ocultando? ¿Es que esos tíos han vuelto?
-No. Se ha ido.
-¿A dónde?
-No lo sé, cogió su Llave deslizador y se fue.
-¿En serio? ¿Y no sabes a dónde? Eso es raro, ¿qué me ocultas?
-Aisss… Eleone tuvo otro sueño premonitorio.
-¿Eleone? ¿Desde cuándo la llamas así? No importa.
-Os debéis de haber cruzado. Pero no voy a volver a abrir la puerta. Te necesito aquí.
-¿Y desde cuándo tú decides dónde debo estar?
-Desde que no hay ningún Elegido en Eclissis y necesita protección. Y si quieres que Ele… la reina tenga un lugar al que volver para que le expliques qué es lo que es, te quedarás protegiéndolo.

Alexander no medió ninguna palabra más y se fue por donde había venido, el estrés había causado una explosión en su personalidad que no solían ocurrir y aunque lo había pagado con quien menos le importaba, se sentía un poco mal. Relajado pero mal. Blanck se quedó en el sitio, algo enfadado e impotente, pero supuso que no estaría mal ir a visitar viejos amigos.

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-Madre, pero ¿qué dices?
-Habéis destruido el coliseo, portador armas y magia dónde no debíais infringiendo leyes ancestrales y osado retar a las reinas de este Mundo. No hay perdón para eso.
-¿Sina?
-Sí.

Los dos primos saltaron delante del pelotón invocando también sus Llaves espada y las levantaron contra sus progenitoras.

-Pues deberéis castigarnos a nosotros primero.
-¿Cómo…? Apartaros ahora mismo.
-No, madre, ellos son como vosotras, somos lo mismo, deberíamos ayudarnos, no matarnos entre nosotros.
-Ellos han…
-¡Ya os hemos oído!
-Bueno, pues si no queréis apartaros.

Hilda se lanzó velozmente contra su hija soltando a Golbez en el proceso aunque ésta le cortó el paso rápidamente con un corte cruzado como ella bien le había enseñado, por su parte As prefirió luchar con su Llave espada en su forma original, se sentía libre al fin.

-Aquí no hay inconvenientes en usarlas, ¿no, madre?
-Baja ese arma, Astinus.
-No, madre. Házmela bajar tú.

Zelda frunció el ceño y se notó bastante cuando el velo se movió de su posición actual e invocando varias bolas de energía las arrojó todas contra As a la vez, aunque rápidamente su hijo invocó una corriente de agua y detuvo las bolas con su fuerza.

-Veo que te he enseñado bien. –Veo que te he enseñado bien.

Las dos madres dijeron lo mismo a la vez al ver como sus hijos habían detenido sus primeros ataques aunque la batalla no había terminado ahí, pronto Hilda volvió a lanzarse al ataque intercambiando estocadas con su hija y Zelda volvió a convocar bolas de energía desde todos los ángulos contra su hijo aunque éste los detenía velozmente con el agua que invocaba desde la Llave espada, la batalla no parecía tener ningún ganador aparente.

-¿Debemos estarnos quietos mirando?
-Deberíamos aprovechar para huír.
-¿Y dejarlos luchando por nosotros? ¡Ni hablar!
-Pero princesa, debemos aprovechar su sacrificio…
-No voy a hacer eso, iros vosotros si queréis. Zero y yo nos quedamos.
-Y yo, me temo que por mucho que me hayan curado sigo sin poder moverme.
-¿Y vos, princesa, como os encontraís?
-Bien, Zero, gracias. Aunque siento la piel débil, supongo que se curará.
-Por un momento pensé que os había perdido, princesa.
-No te preocupes, Zero, soy más dura de lo que aparento.

La princesa sonrió y volvieron a mirar como iba la batalla, con cada estoque Sina se cansaba más y con cada hechizo detenido As parecía quedarse sin fuerzas, sin embargo las regentes de Gemelus seguían tan tranquilas como al principio.

-Sólo están jugando con ellos.

Sina paró por un momento de atacar intentando retroceder y su madre aprovechó el momento para quitársela de en medio dejándole inconsciente con un golpe en la cabeza aunque de la nada apareció Keiro que detuvo el ataque.

-¿Tú otra vez, joven insolente?
-Lo siento, su golfa majestad, pero no dejaré que os aprovechéis de su hija.
-Keiro…

Por su lado, As se quedó sin fuerzas mágicas y no pudo detener las siguientes bolas de energía que implosionaron en frente de As, aunque no le llegaron a tocar, pues Zero había invocado sus dos Llaves espada y las había detenido.

-¿Dos Llaves espada? En nuestros tiempos no había nada similar.
-Pues vete acostumbrándote, vieja bruja.
-¡Tú!
 -Zero, recuérdalo...

Keiro dio nuevos ánimos a Sina para que atacara y los dos se volvieron a lanzar contra Hilda que ahora parecía necesitar mucha más concentración en atacar y detener los dos ataques de dos Elegidos a la vez. Zero hizo lo propio con Astinus y lanzándose al ataque recibió de nuevo el apoyo a distancia del chico mientras intentaba detener a Zelda sin mucho éxito pues la hechicera detenía los ataques con barreras mágicas o mientras se tele transportaba. Le habían dado la vuelta a la tortilla, pero sólo aparentemente.

-Keiro va a necesitar más ayuda que eso.
-Zero no estaba del todo recuperado de sus heridas.
-Pero no querrán que os metáis en su batalla.
- -

Fue cuestión de tiempo de que los Elegidos volvieran a cansarse momento que las Maestras aprovecharon para terminar toda aquella sarta de idioteces. Hilda desapareció al ojo humano y empezó a lanzar acometidas desde todos lados a Sina y Keiro, la última fue impredecible y les hizo salir disparados. Zelda usó su telequinesis para detener el último ataque de Zero y aprovechando los propios ataques de As que detuvo con Zero, se tele transportó y lanzó a los dos Elegidos contra los que Hilda acababa de lanzar desde su lado del campo de batalla haciendo que los cuatro chocaran en el centro espalda contra espalda. Finalmente las dos regentes se unieron codo con codo en lo que parecía un ataque fatal, alzaron sus Llaves espada y de ellas salió un poderoso y único rayo concentrado lleno de ira y furia. Para sorpresa de todos Claudia apareció de la nada y fue atravesada por el rayo salvando a todos en el proceso. Zero que vio todo aquello a cámara lenta intentó levantarse a tiempo para cogerla antes de que cayera.

-Princesa… Princesa… No… No…
-Zero…
-No, princesa… No podéis… Ahora no… No me abandonéis...
-Ah… Ze… Ah… Ze… Ah… Ah…
-¿Princesa? ¡¿Princesa?! ¡Princesaaaaaa!

Zelda y Hilda que se habían quedado desde la otra parte del rayo anonadadas, vieron como la princesa caía al suelo mutilada, ambas estaban ausentes, como si hubieran visto algo que hacía mucho tiempo habían olvidado. Rápidamente As y Sina aprovecharon para lanzarse contra ellas.

-¡¿Qué habéis hecho?!
-Ella… ella se puso en medio…
-¡Ibáis a darnos a nosotros!
-No… no queríamos que… Ella…
-¡Ah!

Zelda fue la primera que gritó de dolor mientras caía al suelo arrodillada por lo que acababa de hacer, el velo se cayó y se pudo ver durante unos segundos unos fríos ojos amarillos desvanecerse para volver a recuperar su azul natural. Hilda al ver a su hermana se desmoronó y cayó junto a ella. La belleza de Zelda igualaba o incluso mejoraba a la de su hermana.

-¿Qué… qué hemos hecho?
-Ella era… Ese pelo… Esos ojos… Esa cara…
-¡Aún no es tarde, madre! Puedes… El hechizo Lázaro, antes de que la abandone su Corazón…
-¿El hechizo…?

Las dos aún estaban muy afectadas por lo que acababan de hacer, a penas podían reaccionar.

-No sé porqué habéis hecho esto y todas estas idioteces, pero vosotras no sois así ¡Haced algo!

Hilda pareció ser la primera en reaccionar frente a las últimas palabras de su hija, encaró a Zelda que siempre había sido la hermana más débil y le dio consuelo.

-Zelda, esa Oscuridad que nos controlaba… ya no está, somos más fuertes… hemos pasado por mucho pero ahora… podemos volver a hacer el bien. Salva a esa niña, se lo debemos a ella.
-¿A ella?
-Sí, aún te acuerdas de ella, ¿verdad? Tiene sus mismos ojos y su piel.
-Y su cara…
-Sí. Sálvala, hermana.
Sí, la salvaré.

Zelda se levantó ayudada por su hermana y se acercó silenciosamente a la princesa ahora moribunda mientras Zero seguía abrazándola entre sollozos.

-¡Apártate de ella!
-Yo… Lo siento, joven Elegido… no era yo la que…

Zelda se dio la vuelta para mirar a su hermana a los ojos y esta le devolvió una mirada de aprobación para que le dijera la verdad a lo que Zelda se agachó mirando a Zero a los ojos.

-No hemos sido todo lo hospitalarias que deberíamos haber sido, pero… La Oscuridad cegaba nuestra razón, ahora lo veo todo claro, joven caballero, aún puedo salvarla. Déjame intentarlo.
-¡Tú le has hecho esto!
-Entonces déjame que lo enmende.

Zero que estaba muy muy cabreado en realidad no tenía más opciones, podía sentir como con cada lágrima suya la vida se escapaba del cuerpo de su protegida. Si no le daba esa oportunidad a aquella a la que llamaba bruja tendría que volver a Eclissis con muy malas noticias y jamás podría volver a mirar a los ojos ni a Eleone ni a Alexander.

-Sálvala, por favor.

Zelda no habló solo afirmó con la cabeza y la mirada y dejando que la reina la atendiese, Zero la dejó medio en sus brazos y vio como ella hacía su trabajo. Las plegarias que salían de la boca de la hermana menor no solo sonaban a Luz, eran la Luz misma, una Luz tan pura que selló el agujero que traspasaba el pecho de Claudia y volvió a darle un suspiro a su alma. Lentamente Claudia volvió a recuperar la consciencia y Zelda se apartó.

-¿Zero?
-¡Claudia! No puede ser cierto… Estás viva.
-Zero… ¿qué ha pasado? ¿por qué estás llorando? Nunca antes te había visto llorar.
-Estás viva… es un milagro.

Zero a penas podía articular palabra ninguna o incluso entender lo que la princesa decía tan sólo seguía llorando y cuando ya no pudo más la abrazo contra su pecho, no estaba preparado para responder a más preguntas.

-¿Qué hemos hecho, hermana?
-Tranquila, Zelda. Lo hemos enmendado, no ha sido culpa tuya.
-Pero nos dejamos poseer.
-¡¿Qué demonios os pasa?!
-Keiro, no. Se sienten arrepentidas.
-¿Y qué? Yo también estoy siendo manipulado por la Oscuridad y no por ello debo echarle la culpa a ella de mis errores.
-Pero…
-¡No, Sina! Tiene razón…
-Madre…
-Sólo uno mismo es culpable de dejarse controlar por la Oscuridad o los malos sentimientos. Eres muy sabio, Keiro, y muy poderoso si incluso en tu estado consigues controlarte y estar del lado de la Luz.
-No podemos recompensaros lo que os hemos hecho. Pero por favor, estáis invitados a mi Palacio a descansar, y me da igual que portéis armas.
-Madre… ¿estás segura? Esas leyes…
-Esas leyes ya deben acabar… Casi destruyen lo que una vez quisimos proteger. La vida.

Las situaciones siguientes, aunque mucho menos cómodas, no dejaron de hacer sentir a los Elegidos que todavía no podían terminar de confiar en las reinas de Gemelus, aunque los príncipes consiguieron reducir la tensión del momento. Después de muchas disculpas y ruegos consiguieron convencerles a todos de unirse en el Palacio Omega, donde desde hacía eones no se reunía la familia al completo.

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Jaleel se encontraba delante de un Mundo construído en los cielos y aún así estaba totalmente vivo y lleno de luz, grandes jardines decoraban la ciudad y un enorme Palacio, que incluso hecho de metal y cristal brillaba, coronaba la ciudad entera. Jaleel aterrizó sin creerse del todo que el aprendiz de un tipo como Garland pudiera vivir allí. Subió las escaleras del Palacio bastante molesto y cuando se posó delante de la entrada, protegida por varios soldados, habló.

-Parece que ya he llegado… Esto debe ser Vergel radiante.
-Sí, lo es.

Jaleel se dio la vuelta sorprendido para buscar al artífice de aquellas palabras y entonces lo vio, un joven de unos dieciséis años, un poco más bajo que él pero con sus mismos ojos, tenía el mismo color de pelo, negro como la noche, aunque más recortadito y cuidado. Jaleel perdió las palabras en un momento, podía sentir en él aquella intensa energía.

-¿Te ocurre algo, viajero?
-Tú… Debes ser tú…
-¿Yo? A lo mejor me confundes. Soy Mavras, aprendiz de Ansem, el sabio ¿y tú?

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