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Eryn y Kuroi llegaron poco tiempo después de eso al palacio donde encontraron a Alexander aún sin poder procesar lo que acababa de ocurrir mirando al cielo, esperando a que la reina volviese.
Eryn y Kuroi llegaron poco tiempo después de eso al palacio donde encontraron a Alexander aún sin poder procesar lo que acababa de ocurrir mirando al cielo, esperando a que la reina volviese.
-¡General! ¿Qué ha
pasado?
-Kuroi… Eryn… Esto…
la reina… se ha ido…
-Pero, ¿a dónde?
-A buscar a Jaleel…
-¿A Jaleel?
-La reina ha tenido
un sueño en el que le veía morir… y quiere evitarlo.
-¡Pero eso es una
locura!
-Tenemos que seguirla.
-Tenemos que seguirla.
-¡No!
-Pero general…
-Si os vaís dejaréis
Eclissis desprotegida, y si vuelven los Señores de la Oscuridad…
-La barrera mágica
está terminada.
-Y te tienen a ti,
Alexander. Pero, ¿a quién tiene ella?
-Bien, me habéis
convencido. Pero traedla de vuelta rápido.
-¡Claro!
Eryn y Kuroi no se lo
pensaron más e invocaron su Llave deslizador y armadura y salieron volando a
toda prisa de Eclissis sin saber que Blanck estaba de vuelta, aunque se
cruzaron sin llegar a verse. Cuando Blanck aterrizó en el patio, Alexander le
miró bastante sorprendido.
-Blanck…
-Hola… ¿y la reina?
-¿Lo sabes? ¿Qué
quieres de ella?
-Creo que es hora de
hablar con ella de lo que es.
-¿Y por qué ahora sí y
antes no?
-Porque ahora sí y
antes no. ¿Dónde está?
-No tengo porqué decírtelo.
-…no hace falta. No
te necesito para encontrarla.
-¡No está aquí!
-¿La estáis
ocultando? ¿Es que esos tíos han vuelto?
-No. Se ha ido.
-¿A dónde?
-No lo sé, cogió su
Llave deslizador y se fue.
-¿En serio? ¿Y no
sabes a dónde? Eso es raro, ¿qué me ocultas?
-Aisss… Eleone tuvo
otro sueño premonitorio.
-¿Eleone? ¿Desde cuándo
la llamas así? No importa.
-Os debéis de haber
cruzado. Pero no voy a volver a abrir la puerta. Te necesito aquí.
-¿Y desde cuándo tú
decides dónde debo estar?
-Desde que no hay
ningún Elegido en Eclissis y necesita protección. Y si quieres que Ele… la
reina tenga un lugar al que volver para que le expliques qué es lo que es, te
quedarás protegiéndolo.
Alexander no medió
ninguna palabra más y se fue por donde había venido, el estrés había causado
una explosión en su personalidad que no solían ocurrir y aunque lo había pagado
con quien menos le importaba, se sentía un poco mal. Relajado pero mal. Blanck
se quedó en el sitio, algo enfadado e impotente, pero supuso que no estaría mal
ir a visitar viejos amigos.
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-Madre, pero ¿qué dices?
-Madre, pero ¿qué dices?
-Habéis destruido el
coliseo, portador armas y magia dónde no debíais infringiendo leyes ancestrales
y osado retar a las reinas de este Mundo. No hay perdón para eso.
-¿Sina?
-Sí.
-Sí.
Los dos primos
saltaron delante del pelotón invocando también sus Llaves espada y las
levantaron contra sus progenitoras.
-Pues deberéis
castigarnos a nosotros primero.
-¿Cómo…? Apartaros
ahora mismo.
-No, madre, ellos son
como vosotras, somos lo mismo, deberíamos ayudarnos, no matarnos entre
nosotros.
-Ellos han…
-¡Ya os hemos oído!
-Bueno, pues si no
queréis apartaros.
Hilda se lanzó velozmente contra su hija soltando a Golbez en el proceso aunque ésta le cortó el paso rápidamente con un corte cruzado como ella bien le había enseñado, por su parte As prefirió luchar con su Llave espada en su forma original, se sentía libre al fin.
-Aquí no hay
inconvenientes en usarlas, ¿no, madre?
-Baja ese arma,
Astinus.
-No, madre. Házmela
bajar tú.
Zelda frunció el ceño
y se notó bastante cuando el velo se movió de su posición actual e invocando
varias bolas de energía las arrojó todas contra As a la vez, aunque rápidamente
su hijo invocó una corriente de agua y detuvo las bolas con su fuerza.
-Veo que te he
enseñado bien. –Veo que te he enseñado bien.
Las dos madres
dijeron lo mismo a la vez al ver como sus hijos habían detenido sus primeros
ataques aunque la batalla no había terminado ahí, pronto Hilda volvió a
lanzarse al ataque intercambiando estocadas con su hija y Zelda volvió a
convocar bolas de energía desde todos los ángulos contra su hijo aunque éste
los detenía velozmente con el agua que invocaba desde la Llave espada, la
batalla no parecía tener ningún ganador aparente.
-¿Debemos estarnos
quietos mirando?
-Deberíamos
aprovechar para huír.
-¿Y dejarlos luchando
por nosotros? ¡Ni hablar!
-Pero princesa,
debemos aprovechar su sacrificio…
-No voy a hacer eso,
iros vosotros si queréis. Zero y yo nos quedamos.
-Y yo, me temo que
por mucho que me hayan curado sigo sin poder moverme.
-¿Y vos, princesa, como
os encontraís?
-Bien, Zero, gracias.
Aunque siento la piel débil, supongo que se curará.
-Por un momento pensé
que os había perdido, princesa.
-No te preocupes,
Zero, soy más dura de lo que aparento.
La princesa sonrió y volvieron a mirar como iba la batalla, con cada estoque Sina se cansaba más y con cada hechizo detenido As parecía quedarse sin fuerzas, sin embargo las regentes de Gemelus seguían tan tranquilas como al principio.
-Sólo están jugando
con ellos.
Sina paró por un
momento de atacar intentando retroceder y su madre aprovechó el momento para
quitársela de en medio dejándole inconsciente con un golpe en la cabeza aunque
de la nada apareció Keiro que detuvo el ataque.
-¿Tú otra vez, joven
insolente?
-Lo siento, su golfa
majestad, pero no dejaré que os aprovechéis de su hija.
-Keiro…
Por su lado, As se
quedó sin fuerzas mágicas y no pudo detener las siguientes bolas de energía que
implosionaron en frente de As, aunque no le llegaron a tocar, pues Zero había
invocado sus dos Llaves espada y las había detenido.
-¿Dos Llaves espada?
En nuestros tiempos no había nada similar.
-Pues vete acostumbrándote,
vieja bruja.
-¡Tú!
-Zero, recuérdalo...
Keiro dio nuevos
ánimos a Sina para que atacara y los dos se volvieron a lanzar contra Hilda que
ahora parecía necesitar mucha más concentración en atacar y detener los dos
ataques de dos Elegidos a la vez. Zero hizo lo propio con Astinus y lanzándose
al ataque recibió de nuevo el apoyo a distancia del chico mientras intentaba
detener a Zelda sin mucho éxito pues la hechicera detenía los ataques con
barreras mágicas o mientras se tele transportaba. Le habían dado la vuelta a la
tortilla, pero sólo aparentemente.
-Keiro va a necesitar
más ayuda que eso.
-Zero no estaba del
todo recuperado de sus heridas.
-Pero no querrán que
os metáis en su batalla.
-… -…
Fue cuestión de
tiempo de que los Elegidos volvieran a cansarse momento que las Maestras
aprovecharon para terminar toda aquella sarta de idioteces. Hilda desapareció
al ojo humano y empezó a lanzar acometidas desde todos lados a Sina y Keiro, la
última fue impredecible y les hizo salir disparados. Zelda usó su telequinesis
para detener el último ataque de Zero y aprovechando los propios ataques de As
que detuvo con Zero, se tele transportó y lanzó a los dos Elegidos contra los
que Hilda acababa de lanzar desde su lado del campo de batalla haciendo que los
cuatro chocaran en el centro espalda contra espalda. Finalmente las dos
regentes se unieron codo con codo en lo que parecía un ataque fatal, alzaron
sus Llaves espada y de ellas salió un poderoso y único rayo concentrado lleno
de ira y furia. Para sorpresa de todos Claudia apareció de la nada y fue
atravesada por el rayo salvando a todos en el proceso. Zero que vio todo
aquello a cámara lenta intentó levantarse a tiempo para cogerla antes de que
cayera.
-Princesa… Princesa…
No… No…
-Zero…
-No, princesa… No podéis…
Ahora no… No me abandonéis...
-Ah… Ze… Ah… Ze… Ah… Ah…
-¿Princesa? ¡¿Princesa?! ¡Princesaaaaaa!
Zelda y Hilda que se
habían quedado desde la otra parte del rayo anonadadas, vieron como la princesa
caía al suelo mutilada, ambas estaban ausentes, como si hubieran visto algo que
hacía mucho tiempo habían olvidado. Rápidamente As y Sina aprovecharon para
lanzarse contra ellas.
-¡¿Qué habéis hecho?!
-Ella… ella se puso
en medio…
-¡Ibáis a darnos a
nosotros!
-No… no queríamos que…
Ella…
-¡Ah!
Zelda fue la primera
que gritó de dolor mientras caía al suelo arrodillada por lo que acababa de
hacer, el velo se cayó y se pudo ver durante unos segundos unos fríos ojos
amarillos desvanecerse para volver a recuperar su azul natural. Hilda al ver a
su hermana se desmoronó y cayó junto a ella. La belleza de Zelda igualaba o
incluso mejoraba a la de su hermana.
-¿Qué… qué hemos
hecho?
-Ella era… Ese pelo…
Esos ojos… Esa cara…
-¡Aún no es tarde,
madre! Puedes… El hechizo Lázaro, antes de que la abandone su Corazón…
-¿El hechizo…?
Las dos aún estaban
muy afectadas por lo que acababan de hacer, a penas podían reaccionar.
-No sé porqué habéis
hecho esto y todas estas idioteces, pero vosotras no sois así ¡Haced algo!
Hilda pareció ser la
primera en reaccionar frente a las últimas palabras de su hija, encaró a Zelda
que siempre había sido la hermana más débil y le dio consuelo.
-Zelda, esa Oscuridad
que nos controlaba… ya no está, somos más fuertes… hemos pasado por mucho pero
ahora… podemos volver a hacer el bien. Salva a esa niña, se lo debemos a ella.
-¿A ella?
-Sí, aún te acuerdas
de ella, ¿verdad? Tiene sus mismos ojos y su piel.
-Y su cara…
-Sí. Sálvala,
hermana.
Sí, la salvaré.
Zelda se levantó
ayudada por su hermana y se acercó silenciosamente a la princesa ahora
moribunda mientras Zero seguía abrazándola entre sollozos.
-¡Apártate de ella!
-Yo… Lo siento, joven
Elegido… no era yo la que…
Zelda se dio la
vuelta para mirar a su hermana a los ojos y esta le devolvió una mirada de
aprobación para que le dijera la verdad a lo que Zelda se agachó mirando a Zero
a los ojos.
-No hemos sido todo
lo hospitalarias que deberíamos haber sido, pero… La Oscuridad cegaba nuestra
razón, ahora lo veo todo claro, joven caballero, aún puedo salvarla. Déjame
intentarlo.
-¡Tú le has hecho
esto!
-Entonces déjame que
lo enmende.
Zero que estaba muy
muy cabreado en realidad no tenía más opciones, podía sentir como con cada lágrima
suya la vida se escapaba del cuerpo de su protegida. Si no le daba esa
oportunidad a aquella a la que llamaba bruja tendría que volver a Eclissis con
muy malas noticias y jamás podría volver a mirar a los ojos ni a Eleone ni a
Alexander.
-Sálvala, por favor.
Zelda no habló solo
afirmó con la cabeza y la mirada y dejando que la reina la atendiese, Zero la
dejó medio en sus brazos y vio como ella hacía su trabajo. Las plegarias que
salían de la boca de la hermana menor no solo sonaban a Luz, eran la Luz misma,
una Luz tan pura que selló el agujero que traspasaba el pecho de Claudia y
volvió a darle un suspiro a su alma. Lentamente Claudia volvió a recuperar la
consciencia y Zelda se apartó.
-¿Zero?
-¡Claudia! No puede
ser cierto… Estás viva.
-Zero… ¿qué ha
pasado? ¿por qué estás llorando? Nunca antes te había visto llorar.
-Estás viva… es un
milagro.
Zero a penas podía
articular palabra ninguna o incluso entender lo que la princesa decía tan sólo
seguía llorando y cuando ya no pudo más la abrazo contra su pecho, no estaba
preparado para responder a más preguntas.
-¿Qué hemos hecho,
hermana?
-Tranquila, Zelda. Lo
hemos enmendado, no ha sido culpa tuya.
-Pero nos dejamos
poseer.
-¡¿Qué demonios os
pasa?!
-Keiro, no. Se
sienten arrepentidas.
-¿Y qué? Yo también
estoy siendo manipulado por la Oscuridad y no por ello debo echarle la culpa a
ella de mis errores.
-Pero…
-¡No, Sina! Tiene razón…
-Madre…
-Sólo uno mismo es
culpable de dejarse controlar por la Oscuridad o los malos sentimientos. Eres
muy sabio, Keiro, y muy poderoso si incluso en tu estado consigues controlarte
y estar del lado de la Luz.
-No podemos
recompensaros lo que os hemos hecho. Pero por favor, estáis invitados a mi
Palacio a descansar, y me da igual que portéis armas.
-Madre… ¿estás
segura? Esas leyes…
-Esas leyes ya deben
acabar… Casi destruyen lo que una vez quisimos proteger. La vida.
Las situaciones
siguientes, aunque mucho menos cómodas, no dejaron de hacer sentir a los
Elegidos que todavía no podían terminar de confiar en las reinas de Gemelus,
aunque los príncipes consiguieron reducir la tensión del momento. Después de
muchas disculpas y ruegos consiguieron convencerles a todos de unirse en el
Palacio Omega, donde desde hacía eones no se reunía la familia al completo.
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Jaleel se encontraba
delante de un Mundo construído en los cielos y aún así estaba totalmente vivo y
lleno de luz, grandes jardines decoraban la ciudad y un enorme Palacio, que
incluso hecho de metal y cristal brillaba, coronaba la ciudad entera. Jaleel
aterrizó sin creerse del todo que el aprendiz de un tipo como Garland pudiera
vivir allí. Subió las escaleras del Palacio bastante molesto y cuando se posó
delante de la entrada, protegida por varios soldados, habló.
-Parece que ya he
llegado… Esto debe ser Vergel radiante.
-Sí, lo es.
Jaleel se dio la
vuelta sorprendido para buscar al artífice de aquellas palabras y entonces lo
vio, un joven de unos dieciséis años, un poco más bajo que él pero con sus
mismos ojos, tenía el mismo color de pelo, negro como la noche, aunque más
recortadito y cuidado. Jaleel perdió las palabras en un momento, podía sentir en él aquella intensa energía.
-¿Te ocurre algo,
viajero?
-Tú… Debes ser tú…
-¿Yo? A lo mejor me
confundes. Soy Mavras, aprendiz de Ansem, el sabio ¿y tú?
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