Los viajes de Arturia
persiguiendo la Oscuridad le llevaron a un nuevo Mundo, esta vez civilizado.
Sus calles, totalmente abarrotadas de gente, sus altos edificios y aún así, su
gran equilibrio con la naturaleza asombraron a la joven Elegida que acabó quedándose
engatusada con el paisaje y sus gentes perdiendo momentáneamente el porqué se
encontraba allí. Se chocó con varios transeúntes observando el enorme castillo
que había en la zona norte y que se veía desde cualquier parte de la ciudad y
de no ser porque uno de ellos le dejó un extraño sabor de Oscuridad a Arturia,
no hubiese salido de su ensoñación.
-¡¿Qué...?! ¡Por allí!
El rastro de
Oscuridad llevó a Arturia hasta los lindes sureños de la ciudad que llevaban a
un camino hacia un bosque a lo lejos. Arturia empezó la caminata que duró casi
media hora hasta que alcanzó lo que parecía unas ruinas en un bosque de cristal
quedando aún más maravillada por las extrañas localizaciones de aquel Mundo.
-Vaaaya... qué hermoso...
aunque... siento cierta Oscuridad dentro de esas ruinas y no viene precisamente
de una persona.
La joven Elegida se
armó de valor y entró en las ruinas que, tras explorarlas un poco, descubrió
una extraña sala con un gran mural pintado. Allí había una máquina bastante
extraña que cuando Arturia se acercó a ella tuvo una visión de su
funcionamiento.
-Ya veo...
La antigua princesa
invocó su Llave espada para hacer funcionar la máquina y un gran chirrido hizo
abrirse en dos la pared del mural que dejó al descubierto un pasaje subterráneo
sumergido en Oscuridad.
-Esto era lo que
estaba sintiendo...
Arturia golpeó su
hombrera izquierda y una firme y dura armadura con una lujosa capa le protegió
al instante.
-Y abajo está el
rastro que estoy siguiendo.
La joven se adentró
en el pasaje protegida por su armadura y bajó una larga y sinuosa escalera que
la llevó hasta una enorme estancia a oscuras en la que tuvo que invocar su
Llave Espada para guiarse. Allí, en el centro, había un enorme montículo que
respiraba y sin duda tenía vida propia, y aunque una gran Oscuridad provenía de
esa "cosa", no era la que Arturia venía buscando. Por un momento bajó
la guardia y entonces vio una sombra que se acercaba al montículo y hacía algo
en él.
-¿Quién anda ahí?
Arturia se armó de
valor para alumbrar el lugar en el que la sombra, sin duda origen del rastro
que seguía, estaba haciendo algo en el montículo vivo, la silueta fue bastante
familiar, así como la armadura y la capa que portaba, pero tan pronto como
Arturia la iluminó, desapareció.
-Onrac... Se ha
ido... Tengo que seguirle.
Arturia salió
corriendo de la estancia, una vez arriba amagó con salir de allí corriendo,
pero se dio cuenta de que no podía dejar aquella puerta al descubierto. Se
acercó de nuevo a la extraña máquina e invocando un rayo de Luz desde la punta
de su Llave espada volvió a activarla haciendo que cerrara el mural sin
problemas. Fue entonces cuando decidió volver a su persecución pero entonces
algo frío y metálico tocó su espalda.
-Arriba las manos...
-¿...?
-...y suelta el arma.
-Espera, yo...
-Hazlo ahora mismo.
Arturia desinvocó su
Llave espada al instante y levantó sus manos totalmente sumisa a la voz que
estaba amenazándola por la espalda.
-Ahora date la vuelta
muy lentamente.
La joven ya no sintió
la punta metálica más y pudo darse la vuelta paulatinamente hasta que vio a un
joven hombre con una Llave espada apuntándola. Era moreno, tenía los ojos
marrones y parecía bastante atractivo, aunque no tenía un rostro muy amigable.
-¡Tú también...!
-¡Silencio! Eso no
importa. La Llave espada sólo es una herramienta... de la Luz y de la
Oscuridad.
-¡No! Yo...
-No digas una sola
palabra más.
Y en un rápido movimiento de manos, el hombre esposó las manos de Arturia por delante impidiéndole que volviera a hacer ningún movimiento agresivo.
-¿Por qué haces esto?
-El acceso a estas
ruinas está prohibido, y ni siquiera pareces ser de por aquí. ¿No sabes que no
puedes romper el equilibrio entre los Mundos?
-Pero... tengo una
razón para...
-Eres descuidada y despreocupada,
sigues sin entender que tu presencia aquí podría tener efectos colaterales.
Ahora ven conmigo, el rey decidirá tu castigo.
-No me lo puedo
creer...
El joven hombre guió
con la Llave espada a Arturia todo el camino de vuelta, una vez en la ciudad
fue custodiada por varios soldados y el hombre de la Llave espada hasta el
castillo donde fue llevada hasta la sala del trono, donde un hombre terriblemente
alto y algo viejo presidía desde el trono.
-Adam, ¿quién es?
-Majestad, la encontré
husmeando en las ruinas del sur. Había abierto el sello del Dios León aunque
luego volvió a cerrarlo.
-¿Hiciste eso, joven?
-Estaba buscando a
alguien... Es peligroso y anda buscando algo aquí... Iba a seguirle pero aquí tu
soldado me arrestó.
-Esas ruinas son
peligrosas, joven. ¿Sabes lo que podías haber ocasionado?
-Estoy bien entrenada en los caminos de la Llave espada y de...
-Estoy bien entrenada en los caminos de la Llave espada y de...
-¡¿Eres una Elegida?!
-Sí...
-Eso explica porqué
pudiste entrar, pero aún así...
-Puedo demostrarlo...
si me quitáis las esposas...
-¡Majestad!
El rey hizo un gesto
con las manos para que así sucediera, y el tal Adam, soldado del rey, le quitó
las esposas a regañadientes. Luego Arturia invocó su Llave espada.
-No mentíais...
-Claro que no... y
ahora, si me disculpáis tengo que...
-Espera.
-¿Ahora qué?
-Que seas una Elegida
no significa que puedas hacer lo que quieras en Mundos ajenos.
-Pero...
-No hay peros que
valgan. Sin embargo...
-Chsss (Odio esos sin
embargos...)
-Podría pasarlo por
alto si nos ayudas en algo.
-Majestad, no...
-Adam...
-...
-¿Qué es?
-Hay
"alguien" de mi corte que se fue hace unos días poniendo su vida en
peligro y por tanto, la del pueblo.
-¿Alguien más
descuidado que yo?
-Mmm... Aunque me
duela decirlo. Sí.
-Yo estaba buscándolo
cuando te encontré... Sólo me queda la zona norte por investigar... Si no
hubieras aparecido...
-Yo también me alegro de haberte encontrado...
-¡Por favor, algo de
compostura!
-Lo siento,
majestad...
-...
-¿Ayudarás, joven
Elegida? A cambio te daré un salconducto para que puedas ir libremente por mi
reino y seguir buscando a...
-Onrac... Su nombre
es Onrac.
-Bien. ¿Aceptáis los
términos de mi trato?
-Mmm... Bueno...
Arturia accedió mientras Adam miraba totalmente desaprobándolo, aunque no tenía voz ni voto en asuntos del rey.
-Bien. Adam, por
favor, que la señorita te acompañe en tu búsqueda.
-Sí, majestad.
El soldado se alejó
después de hacer una reverencia ignorando a Arturia y salió de la sala del
trono, seguidamente la Elegida hizo otra reverencia y marchó corriendo detrás
del primero.
-No te caigo bien,
¿eh?
-No se necesitan más
Elegidos por aquí.
-Oh, así que es eso,
¿eh? ¿Temes que te quite tu puesto?
-¿Quitarme el puesto?
No me hagas reír... Tengo toda la confianza del rey, no puedes hacer nada
contra eso.
-Entonces, ¿cuál es
tu problema con los Elegidos?
-Eso sólo me
concierne a mí.
-Está bien, está
bien. ¿A quién buscamos?
-No puedo decírtelo.
-No puedo decírtelo.
-¿No puedo saber a
quien buscamos? ¿Entonces como sabré si es debido hacerlo?
-¿Qué insinúas?
-Insinúo que me podéis
estar enviando a buscar a alguien peligroso.
-¿De verdad piensas
que nuestro rey haría eso?
-No conozco a vuestro
rey.
-Pues es un rey sabio
y justo, con eso debería valerte.
-Bueno, bueno... está
bien...
El resto del camino
se produjo en silencio. Cruzaron la ciudad hacia el norte y después un puente
hasta que llegaron a unas montañas nevadas, el único sitio que faltaba por
investigar.
-¿Crees que está aquí?
Hace un poco de frío...
-Ya busqué en los
otros lugares, sólo me falta éste...
-Bueno, pues pongámonos
en...
Una gran corriente de
Oscuridad puso de punta todos los pelos de ambos Elegidos que sintieron lo que
eso significaba.
-¿Has sentido eso?
Ni siquiera Arturia dejó
a Adam responder, salió corriendo montaña arriba hasta que vieron una enorme
horda de Sincorazón venir montaña abajo directos hacia la ciudad.
-¡No podemos dejar
que eso llegue a la ciudad!
-Hacía mucho tiempo
que no veía tantos Sincorazón juntos.
-Si su majestad ha
venido aquí por esto...
-¿Su majestad?
-...mmm... Sí,
estamos buscando a...
-¡Aaaaagggg!
-¡¿Qué ha sido eso?!
-¡Corre!
Adam esta vez
protagonizó la siguiente carrera que llevó a los Elegidos hasta un pequeño
claro en la montaña en la que un joven de caballo rubio y largo peleaba por su vida contra un grupo de
Sincorazón bastante grande.
-¡Majestad!
-¡¿Adam?!
-¡Voy en su ayuda!
Adam invocó su Llave
espada y saltó al combate junto al joven para acabar con los Sincorazón,
Arturia no tardó demasiado en ayudarles también y entre los tres consiguieron
vencer a los Sincorazón con algo de dificultad.
-Adam, ¿qué haces aquí?
-Tu padre me mandó a
buscaros, majestad. Estaba preocupado.
-No necesitaba
vuestra ayuda.
-Eran Neosombras...
No había visto tantas desde...
-¿Quién es ella?
¿Otro Elegido?
-Es una extranjera...
tu padre le pidió que también me ayudara a buscaros.
-Pues me iba bien sin
vosotros, podéis volver.
-Vaya... veo que la
arrogancia es un punto característico de esta familia real.
-¿Cómo te atreves?
¿No sabes quien soy?
-No tengo el gusto...
-Soy Lyon Aurelio Lowënthal,
príncipe y heredero de Eclissis.
-Yo soy Arturia,
encantada.
-¿Te estás mofando de
mí, plebeya?
-¿Plebeya? No
pertenezco a este Mundo, así que no soy ninguna subordinada tuya. Qué lástima...
-Bah, no tengo el
tiempo para estas tonterías. Tengo que detener a esos Sincorazón.
Lyon salió corriendo
montaña arriba pero fue detenido brutalmente por una figura en armadura que
salió de un portal de Oscuridad. Después de tirarle al suelo de un golpe le
agarró del cuello.
-¡Onrac!
Arturia saltó al
ataque golpeando al Elegido caído que hizo caer al príncipe al suelo salvándole
la vida.
-¿Majestad? ¿Qué hacéis
aquí? Os dije que no me persiguiérais.
-No puedo dejarte que
hagas lo que te venga en gana.
-¿Ma-ma-majestad?
-¿Qué ibas a hacerle?
¿Qué te ha pasado, Onrac? ¿Por qué haces esto?
-No lo entenderíais,
princesa. Os sigo teniendo aprecio, y por eso no os haré daño, pero aléjate de
mi objetivo.
-¿Pri-pri-princesa?
-Onrac, por favor...
Lyon se levantó volviendo a sacar su espada de su funda y apuntando con ella a Onrac.
-No entiendo nada,
pero no dejaré que ningún extranjero destruya mi reino.
-Aggg... Parece que
me habéis arruinado el plan... Tendré que conformarme con el viejo...
-¡¿Cómo dices?!
Onrac volvió a
desaparecer en otro Portal de Oscuridad.
-¡No! ¡Vuelve!
¡Onrac!
-¡Mierda!
-¡Va a por el rey!
-¡No le dejaré que
haga nada a mi padre!
Lyon volvió a lanzarse temerariamente a lo desconocido, esta vez montaña abajo.
-¿Es siempre así?
-Sí, pero no hay tiempo, hay que salvar a su majestad.
-Sí, pero no hay tiempo, hay que salvar a su majestad.
-Ya... suerte que estoy aquí.
Arturia lanzó su
Llave espada al cielo y volvió en forma de Llave deslizador en la cual se subió
en plena bajada.
-¿Qué... es eso?
-Ah, lo sabía, no
eres tan buen Elegido.
-¿...?
La "nave"
salió volando a gran velocidad y en seguida Arturia vio al príncipe Lyon que se
asustó al ver como la Elegida le perseguía subido en eso.
-¡¿Qué...?!
La joven le cogió en
pleno vuelo y le subió a la Llave deslizador.
-¿Qué demonios?
-No me tenéis que dar
las gracias, "majestad". Pero así iremos más rápido a salvar a tu
padre.
-Eh... eh...
-No tenéis que decir
nada, "príncipito".
-...
Lyon se agarró
fuertemente a Arturia y se calló, no podía creer aquello, y siguieron volando a gran velocidad rumbo al castillo de
Eclissis.
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