domingo, 25 de noviembre de 2012

Parte 5: Otra nueva amenaza

Dos años habían pasado en completa felicidad para Arturia y Lyon, dos años de su vida que habían compartido sin ningún tipo de preocupación, aunque aquello no iba a ser suficiente. Una noche que ambos dormían plácidamente, Arturia se despertó de un horrible sueño gritando.
 
-¡Ah!
-¿...? ¿Eh...? ¿Qué...? Arturia, ¿estás bien?
-... ...
 
La joven Elegida y ahora reina tenía la mirada clavada en las sábanas del enorme catre real, parecía en otro Mundo, como si aún no hubiera salido del sueño. Lyon la abrazó suavemente.
 
-¿Arturia?
-Era... horrible... tengo que irme...
-¿Irte? ¿A dónde?
-Tristán estaba en peligro... y Camelot... tengo que hacer algo...
-Pero todavía es de noche... ¿Por qué no esperas a mañana?
-Porque puede ser demasiado tarde...
 
Arturia se fue a levantar ofuscada pero Lyon la detuvo suavemente.
 
-Arturia... No sabes si... Es muy tarde... Espera a mañana...
-¿Y me quedo quieta sin hacer nada?
 
La batalla la ganó momentáneamente Lyon pero Arturia no podía dormir y se dirigió al balcón de la habitación a observar las estrellas como solía hacer su padre en otros tiempos no tardando en darse por vencido el rey que también se levantó de la cama y abrazó a su esposa por la espalda soltando las palabras de liberación que había estado esperando la Elegida.
 
-Está bien. Ve.
-Lyon...
-No tiene sentido que te pida quedarte si vas a estar igualmente en vela e intranquila.
-Gracias. Es que... tengo que hacerlo.
-Aún no he terminado con mis términos.
-...
-Adam irá contigo.
-Pero...
-Uh, uh. No voy a dejar que te vayas sola contra el peligro.
-¿Y vas a quedarte sin protección?
-Oh, vamos. Tengo un castillo entero de soldados y magos. Un Elegido no va a hacer la diferencia.
-Está bien...

Arturia se alzó para darle un beso en la mejilla a su marido y salió corriendo a vestirse. En menos de diez minutos se dirigió a los jardines donde Lyon la esperaba con Adam.
 
-¡...! Qué rápidos...
-¿Más que una mujer vistiéndose? Sin duda...
-Je...
-Adam, cuida de ella.
-Dalo por hecho, majestad. ¿Nos vamos, alteza?
 
Arturia tan sólo asintió con la cabeza e invocando ambos sus Llaves deslizador y armaduras salieron a toda prisa de Eclissis.
 
-No tenías que haber venido, Adam...
-¿Y desobecer al rey?
-Yo podía haberle persuadido...
-¿Y por qué haría tal cosa?
-Ambos sabemos lo bien que te caigo...
-Ahora eres la reina... Y has hecho feliz a Lyon... Da igual lo que yo quiera o deje de querer. Os protegeré porque también eres mi reina.
-...
 
El resto del viaje fue en silencio hasta que alcanzaron el Mundo de Camelot aunque nada de lo que Arturia había visto en sus visiones estaba ocurriendo.
 
-¿Alteza?
-No lo entiendo. Yo vi...
-¿Podía haber sido un sueño nada más?
-No... Yo sé cuando es simplemente un sueño y cuando algo más... Quizás simplemente hayamos llegado a tiempo. Vamos.
 
Arturia y Adam se acercaron a las murallas de Camelot donde varios guardias desde una almenara iluminada por una hoguera les vislumbraron.
 
-¡Identificaos!
-¡Soy la reina de Eclissis y éste es mi guardián!
 
Los soldados empezaron a cuchichear entre ellos hasta que el jefe abrió las puertas y bajó para salir por ellas personificándose ante sus invitados.
 
-¿Qué le trae a una reina extranjera a Camelot?
-Vengo para...

Arturia miró a Adam que sabía que no podía contarles que había tenido una visión en la que Camelot ardía y quedarse tan ancha.
 
-Es muy tarde, señora. Alguna buena explicación tendrá.
-Partí de inmediato por una urgencia desde Eclissis pero no nos percatamos de las horas. ¿Os importa si esperamos a que sea de día para poder ver al Caballero Tristán?
-¿A Sir Tristán?
Los soldados se miraron entre ellos sorprendidos.
 
-¿No veníais a ver al rey Arturo?
-Bueno... que sea una reina no me hace poder preparar audiencias con el gran rey Arturo presentándome aquí con mi cara bonita, ¿no?
-...
-Tristán es mi amigo. Seguro que en cuanto le digáis mi nombre se acordará.
-Está bien. Podéis descansar en la almenara hasta que el Sol salga. Ya hablaremos al amenecer.
-Gracias.
 
Los soldados dejaron entrar a los invitados en las murallas de la gran Camelot donde descansaron en su interior, aunque Arturia se mantuvo el resto de la noche observando desde una ventana, su visión no había sido un simple sueño, lo sabía.

El canto de un gallo marcó el amanecer y Arturia salió de su pequeño trance viendo a Adam igual de despierto que ella a su lado.
 
-¿No has dormido?
-¿Y dejarte sin protección?
-Aquí estamos a salvo.
-¿No veníamos precisamente porque Camelot no estaba a salvo?
-Pero...
-¿...?
-Bueno, da igual... Vayamos a ver al jefe de la guardia.
 
Y así lo hicieron. El jefe estaba terminando su turno para irse a dormir pero les llevó hasta el castillo antes donde les preparó una audiencia con Tristán en una de las pequeñas habitaciones de visita.
 
-¡Arturia!
-¡Tristán!
-Me alegro tanto de verte... Pensé que nunca volverías a pasarte por aquí.
-Ya... lo siento. Han pasado muchas cosas desde...
-Ejem...
-Oh, perdón. Tristán, te presento a Adam, mi gu... gu... guardián.

Adam afirmó permitiendo a la reina que dijera aquello sin que se sintiera mal por ello.
 
-¿Guardián?
-Encantado.
-Bueno, ahora soy reina, Tristán.
-¡¿Reina?! Pero, tu padre...
-No, no, no... Es una historia un poco...
 
Arturia se pasó los siguientes quince minutos contándole lo que había pasado en los últimos dos años a Tristán que se sorprendía con cada palabra que salía de la boca de la nueva reina de Eclissis.
 
-¿No te lo dije?
-¿...?
-Que encontrarías el amor...
-Je, je. Sí...
-Me alegro por ti, Arturia.
-Gracias, Tristán. Mmm... ¿E Isolda?
-Tenía que hacer unas cosas para la recién llegada reina Ginebra, luego se pasará a verte.
-¿La recién llegada reina Ginebra?
-Sí, bueno, aún no es reina. Arturo ha decidido casarse y ha preparado un matrimonio concertado con una joven llamada Ginebra, traída desde un Mundo muy lejano.
-Oh...
-Habéis llegado justo antes de la ceremonia, ¿os quedaréis? Podría presentaros al rey Arturo.
-Mmm... no creo que sea buena idea. No estamos aquí por eso, Tristán.
-¿Entonces?
 
Adam y Arturia volvieron a mirarse de nuevo cómplices, por mucho que Tristán fuera un amigo no encontraba las palabras para decirle que había visto la destrucción de Camelot.
 
-Yo... esta noche tuve una visión bastante horrible. Y temí que se hiciera realidad.
-¿Una visión?
-Yo... vi... arder a Camelot.
-¡¿Arder?! ¡¿Cómo?!
-No lo sé. La visión era borrosa, sólo podía sentir miedo y dolor. Estaba asfixiada... y no pude ver qué era lo que ocurría.
-Pero... quizás era solo un sueño...
-Sí... quizás... pero no quiero arriesgarme, Tristán. Casi todos los sueños de este tipo que he tenido... eran reales.
-Ya veo... Supongo que decirle al rey Arturo que va a ocurrir en medio de su boda no sería buena idea... pero mejor decírselo antes de que ocurra un desastre.
-Gracias, Tristán.
-¿Gracias por qué?
-Por confiar en mí.
-No, Arturia, gracias a ti, por preocuparte por nosotros. Incluso aunque tu visión solo fuera un sueño has hecho un largo viaje sólo para asegurarte de que estábamos bien. Gracias.
 
Arturia se sonrojó un pelín frente a esas palabras y entonces Tristán les guió hasta la enorme sala del trono de Camelot que ahora estaba convirtiéndose en el lugar de una ceremonia de unión, llena de bancos, flores y mesas para un banquete. Arturia recordó así el día de su boda.
 
-Vaya... por todo lo grande, ¿eh?
-Camelot es muy rica y próspera. Se puede permitir estas cosas sin hacer que el pueblo sufra. En parte gracias a Merlín. Mira, allí están...
 
Tristán les señaló hasta justo delante del altar, donde un joven rubio vestido de gala que no podía tener mucho más de la veintena de edad elegía la mantelería junto a un hombre que contrastaba bastante con el joven, bastante anciano, con una larga barba blanca y una toga arcaica y descosida.
 
-Chsss (No me dijiste que era tan joven, Tristán.)
-Chsss (Es joven, Arturia, pero muy sabio y fuerte, que su aspecto no te engañe.)
 
Arturia sonrió afirmando y llegaron hasta la altura en la que Arturo y Merlín debatían.
 
-Majestad.
-Eh, Tristán. ¿Qué tal? Estaba aquí debatiendo con Merlín sobre si usar los manteles blancos o dorados. ¿Tú qué opinas? Yo digo que los dorados pero Merlín dice que es una ceremonia de pureza, no de riqueza.
 
El anciano mago tan sólo miraba observando a sus nuevos invitados, a Tristán y al rey mientras tomaban una decisión. Arturia se sintió como... escaneada.
 
-Yo creo que Merlín tiene razón, majestad. El blanco quedaría mejor para una boda.
-Ya... bueno, tendré que dejar la ostentosidad para otra ceremonia, je, je. Ohhh... Tristán, no me has presentado a tus invitados, que descortés.
-Perdón, majestad. Ella es... es...
 
De repente a Tristán le entró flojera por presentar a Arturia por el parecido de nombres, podía sonar incómodo.
 
-¿Quién es, Tristán?
-Os sonará un poco extraño el nombre, majestad. Es la reina Arturia, de Eclissis.
-¿Arturia? Vaya... supongo que es un nombre que nos viene al pego a los dos.
-Encantada, majestad.
-Oh, no, no. El placer es mío. Soy Arturo rey de Camelot.
-Su fama le precede, majestad.
-Es bueno oír eso. Dime, Merlín, ¿qué sabes de Eclissis?

El anciano entonces salió de su trance meditabundo de observar a Arturia.
 
-Es un Mundo ubicado bastante lejos de aquí. Es próspero y feliz como Camelot, pero... diferente en muchos aspectos. Allí hay grandes y altos edificios... por lo que se ve hay muchos magos.
-¡Vaya! ¿Cómo sabes todo esto?
-Os presento a Merlín, Arturia. Es el mago de mi corte. El único mago. Pero el más poderoso.
-Encantada.

Merlín sólo hizo una reverencia con la cabeza.
 
-Bueno, reina Arturia, ha sido un placer conocerla pero tengo que seguir preparando una ceremonia.
-Espera, majestad.
-¿Pasa algo, Tristán?
-Bueno... en realidad, Arturia no ha sido invitada por la boda... está aquí por motivos propios.
-Mmm... ¿ha venido a verme a mí? En un momento diferente me sentiría honrado con tu presencia, reina Arturia, pero como véis, ando un poco ocupado.
-Es muy importante, majestad.
-Está bien.
 
Arturo no tardó mucho en dar crédito a sus invitados y les acompañó hasta su despacho personal donde se apoyó en la mesa cruzándose de brazos. Merlín también fue con ellos.
 
-Pues dime, reina Arturia. ¿Cuales son esas noticias que tienes que darme?
-Majestad, yo... puede que suene un poco loco, pero tengo el don de ver el futuro.
-Vaya... ¿y seré aún más famoso en el futuro?
-No funciona así, majestad. Sólo tengo visiones de cosas importantes.
 
Merlín había vuelto a su mirada escaneadora.
 
-¿Cosas importantes?
-Sí... anoche tuve una... en la que vi... arder... Camelot.
-¡¿Cómo?! ¿Arder Camelot? Merlín...
-La joven dice la verdad.
-¡Pero eso es imposible, Merlín! Camelot...
-No es imposible, Arturo. Nada es imposible. Esa visión, joven... ¿me permitís?

Merlín hizo el ademán de coger de las manos a la reina, a lo que le dio permiso, entonces el anciano entró en una especie de trance, como si la reina estuviera pasándole su visión al hechicero.
 
-Sí, sí. Una visión... sin duda...
-¿Es cierto Merlín? ¿Camelot va a arder?
-No tiene porqué. Parece que el poder de esta joven sirve para evitar que esas cosas ocurran.
-Sabéis mucho, Merlín. ¿Has podido ver mejor la visión que yo?
-No, me temo que no... Sólo puedo ver lo que otros han visto, rememorar sus recuerdos.
-Guau...
-Parece que vamos a tener que posponer la boda, Arturo. Hasta que sepamos cual es el mal.

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