Dos años habían
pasado en completa felicidad para Arturia y Lyon, dos años de su vida que
habían compartido sin ningún tipo de preocupación, aunque aquello no iba a ser
suficiente. Una noche que ambos dormían plácidamente, Arturia se despertó de un
horrible sueño gritando.
-¡Ah!
-¿...? ¿Eh...?
¿Qué...? Arturia, ¿estás bien?
-... ...
La joven Elegida y
ahora reina tenía la mirada clavada en las sábanas del enorme catre real,
parecía en otro Mundo, como si aún no hubiera salido del sueño. Lyon la abrazó suavemente.
-¿Arturia?
-Era... horrible...
tengo que irme...
-¿Irte? ¿A dónde?
-Tristán estaba en
peligro... y Camelot... tengo que hacer algo...
-Pero todavía es de
noche... ¿Por qué no esperas a mañana?
-Porque puede ser
demasiado tarde...
Arturia se fue a
levantar ofuscada pero Lyon la detuvo suavemente.
-Arturia... No sabes
si... Es muy tarde... Espera a mañana...
-¿Y me quedo quieta
sin hacer nada?
La batalla la ganó
momentáneamente Lyon pero Arturia no podía dormir y se dirigió al balcón de la
habitación a observar las estrellas como solía hacer su padre en otros tiempos
no tardando en darse por vencido el rey que también se levantó de la cama y
abrazó a su esposa por la espalda soltando las palabras de liberación que había
estado esperando la Elegida.
-Está bien. Ve.
-Lyon...
-No tiene sentido que
te pida quedarte si vas a estar igualmente en vela e intranquila.
-Gracias. Es que...
tengo que hacerlo.
-Aún no he terminado
con mis términos.
-...
-Adam irá contigo.
-Pero...
-Uh, uh. No voy a
dejar que te vayas sola contra el peligro.
-¿Y vas a quedarte
sin protección?
-Oh, vamos. Tengo un
castillo entero de soldados y magos. Un Elegido no va a hacer la diferencia.
-Está bien...
Arturia se alzó para darle un beso en la mejilla a su marido y salió corriendo a vestirse. En menos de diez minutos se dirigió a los jardines donde Lyon la esperaba con Adam.
-¡...! Qué rápidos...
-¿Más que una mujer
vistiéndose? Sin duda...
-Je...
-Adam, cuida de ella.
-Dalo por hecho,
majestad. ¿Nos vamos, alteza?
Arturia tan sólo
asintió con la cabeza e invocando ambos sus Llaves deslizador y armaduras
salieron a toda prisa de Eclissis.
-No tenías que haber
venido, Adam...
-¿Y desobecer al rey?
-Yo podía haberle
persuadido...
-¿Y por qué haría tal
cosa?
-Ambos sabemos lo bien que te caigo...
-Ambos sabemos lo bien que te caigo...
-Ahora eres la
reina... Y has hecho feliz a Lyon... Da igual lo que yo quiera o deje de
querer. Os protegeré porque también eres mi reina.
-...
El resto del viaje
fue en silencio hasta que alcanzaron el Mundo de Camelot aunque nada de lo que
Arturia había visto en sus visiones estaba ocurriendo.
-¿Alteza?
-No lo entiendo. Yo
vi...
-¿Podía haber sido un
sueño nada más?
-No... Yo sé cuando
es simplemente un sueño y cuando algo más... Quizás simplemente hayamos llegado
a tiempo. Vamos.
Arturia y Adam se
acercaron a las murallas de Camelot donde varios guardias desde una almenara
iluminada por una hoguera les vislumbraron.
-¡Identificaos!
-¡Soy la reina
de Eclissis y éste es mi guardián!
Los soldados
empezaron a cuchichear entre ellos hasta que el jefe abrió las puertas y bajó
para salir por ellas personificándose ante sus invitados.
-¿Qué le trae a una
reina extranjera a Camelot?
-Vengo para...
Arturia miró a Adam que sabía que no podía contarles que había tenido una visión en la que Camelot ardía y quedarse tan ancha.
-Es muy tarde,
señora. Alguna buena explicación tendrá.
-Partí de inmediato
por una urgencia desde Eclissis pero no nos percatamos de las horas. ¿Os
importa si esperamos a que sea de día para poder ver al Caballero Tristán?
-¿A Sir Tristán?
Los soldados se
miraron entre ellos sorprendidos.
-¿No veníais a ver al
rey Arturo?
-Bueno... que sea una
reina no me hace poder preparar audiencias con el gran rey Arturo presentándome
aquí con mi cara bonita, ¿no?
-...
-Tristán es mi amigo.
Seguro que en cuanto le digáis mi nombre se acordará.
-Está bien. Podéis
descansar en la almenara hasta que el Sol salga. Ya hablaremos al amenecer.
-Gracias.
Los soldados dejaron
entrar a los invitados en las murallas de la gran Camelot donde descansaron en
su interior, aunque Arturia se mantuvo el resto de la noche observando desde
una ventana, su visión no había sido un simple sueño, lo sabía.
El canto de un gallo marcó el amanecer y Arturia salió de su pequeño trance viendo a Adam igual de despierto que ella a su lado.
El canto de un gallo marcó el amanecer y Arturia salió de su pequeño trance viendo a Adam igual de despierto que ella a su lado.
-¿No has dormido?
-¿Y dejarte sin
protección?
-Aquí estamos a
salvo.
-¿No veníamos
precisamente porque Camelot no estaba a salvo?
-Pero...
-¿...?
-Bueno, da igual...
Vayamos a ver al jefe de la guardia.
Y así lo hicieron. El
jefe estaba terminando su turno para irse a dormir pero les llevó hasta el
castillo antes donde les preparó una audiencia con Tristán en una de las
pequeñas habitaciones de visita.
-¡Arturia!
-¡Tristán!
-Me alegro tanto de
verte... Pensé que nunca volverías a pasarte por aquí.
-Ya... lo siento. Han
pasado muchas cosas desde...
-Ejem...
-Oh, perdón. Tristán,
te presento a Adam, mi gu... gu... guardián.
Adam afirmó permitiendo a la reina que dijera aquello sin que se sintiera mal por ello.
-¿Guardián?
-Encantado.
-Encantado.
-Bueno, ahora soy
reina, Tristán.
-¡¿Reina?! Pero, tu
padre...
-No, no, no... Es una
historia un poco...
Arturia se pasó los
siguientes quince minutos contándole lo que había pasado en los últimos dos
años a Tristán que se sorprendía con cada palabra que salía de la boca de la
nueva reina de Eclissis.
-¿No te lo dije?
-¿...?
-Que encontrarías el
amor...
-Je, je. Sí...
-Me alegro por ti,
Arturia.
-Gracias, Tristán.
Mmm... ¿E Isolda?
-Tenía que hacer unas
cosas para la recién llegada reina Ginebra, luego se pasará a verte.
-¿La recién llegada
reina Ginebra?
-Sí, bueno, aún no es reina. Arturo ha
decidido casarse y ha preparado un matrimonio concertado con una joven llamada
Ginebra, traída desde un Mundo muy lejano.
-Oh...
-Habéis llegado justo
antes de la ceremonia, ¿os quedaréis? Podría presentaros al rey Arturo.
-Mmm... no creo que
sea buena idea. No estamos aquí por eso, Tristán.
-¿Entonces?
Adam y Arturia
volvieron a mirarse de nuevo cómplices, por mucho que Tristán fuera un amigo no
encontraba las palabras para decirle que había visto la destrucción de Camelot.
-Yo... esta noche
tuve una visión bastante horrible. Y temí que se hiciera realidad.
-¿Una visión?
-Yo... vi... arder a
Camelot.
-¡¿Arder?! ¡¿Cómo?!
-No lo sé. La visión
era borrosa, sólo podía sentir miedo y dolor. Estaba asfixiada... y no pude ver
qué era lo que ocurría.
-Pero... quizás era
solo un sueño...
-Sí... quizás... pero
no quiero arriesgarme, Tristán. Casi todos los sueños de este tipo que he
tenido... eran reales.
-Ya veo... Supongo
que decirle al rey Arturo que va a ocurrir en medio de su boda no sería buena
idea... pero mejor decírselo antes de que ocurra un desastre.
-Gracias, Tristán.
-¿Gracias por qué?
-Por confiar en mí.
-No, Arturia, gracias
a ti, por preocuparte por nosotros. Incluso aunque tu visión solo fuera un
sueño has hecho un largo viaje sólo para asegurarte de que estábamos bien.
Gracias.
Arturia se sonrojó un
pelín frente a esas palabras y entonces Tristán les guió hasta la enorme sala
del trono de Camelot que ahora estaba convirtiéndose en el lugar de una
ceremonia de unión, llena de bancos, flores y mesas para un banquete. Arturia
recordó así el día de su boda.
-Vaya... por todo lo
grande, ¿eh?
-Camelot es muy rica
y próspera. Se puede permitir estas cosas sin hacer que el pueblo sufra. En
parte gracias a Merlín. Mira, allí están...
Tristán les señaló
hasta justo delante del altar, donde un joven rubio vestido de gala que no podía
tener mucho más de la veintena de edad elegía la mantelería junto a un hombre
que contrastaba bastante con el joven, bastante anciano, con una larga barba
blanca y una toga arcaica y descosida.
-Chsss (No me dijiste
que era tan joven, Tristán.)
-Chsss (Es joven,
Arturia, pero muy sabio y fuerte, que su aspecto no te engañe.)
Arturia sonrió
afirmando y llegaron hasta la altura en la que Arturo y Merlín debatían.
-Majestad.
-Eh, Tristán. ¿Qué
tal? Estaba aquí debatiendo con Merlín sobre si usar los manteles blancos o
dorados. ¿Tú qué opinas? Yo digo que los dorados pero Merlín dice que es una
ceremonia de pureza, no de riqueza.
El anciano mago tan sólo
miraba observando a sus nuevos invitados, a Tristán y al rey mientras tomaban
una decisión. Arturia se sintió como... escaneada.
-Yo creo que Merlín
tiene razón, majestad. El blanco quedaría mejor para una boda.
-Ya... bueno, tendré
que dejar la ostentosidad para otra ceremonia, je, je. Ohhh... Tristán, no me
has presentado a tus invitados, que descortés.
-Perdón, majestad.
Ella es... es...
De repente a Tristán
le entró flojera por presentar a Arturia por el parecido de nombres, podía
sonar incómodo.
-¿Quién es, Tristán?
-Os sonará un poco
extraño el nombre, majestad. Es la reina Arturia, de Eclissis.
-¿Arturia? Vaya...
supongo que es un nombre que nos viene al pego a los dos.
-Encantada, majestad.
-Oh, no, no. El
placer es mío. Soy Arturo rey de Camelot.
-Su fama le precede,
majestad.
-Es bueno oír eso.
Dime, Merlín, ¿qué sabes de Eclissis?
El anciano entonces salió de su trance meditabundo de observar a Arturia.
El anciano entonces salió de su trance meditabundo de observar a Arturia.
-Es un Mundo ubicado
bastante lejos de aquí. Es próspero y feliz como Camelot, pero... diferente en
muchos aspectos. Allí hay grandes y altos edificios... por lo que se ve hay
muchos magos.
-¡Vaya! ¿Cómo sabes
todo esto?
-Os presento a Merlín,
Arturia. Es el mago de mi corte. El único mago. Pero el más poderoso.
-Encantada.
Merlín sólo hizo una reverencia con la cabeza.
-Bueno, reina
Arturia, ha sido un placer conocerla pero tengo que seguir preparando una
ceremonia.
-Espera, majestad.
-¿Pasa algo, Tristán?
-Bueno... en
realidad, Arturia no ha sido invitada por la boda... está aquí por motivos
propios.
-Mmm... ¿ha venido a
verme a mí? En un momento diferente me sentiría honrado con tu presencia, reina
Arturia, pero como véis, ando un poco ocupado.
-Es muy importante,
majestad.
-Está bien.
Arturo no tardó mucho
en dar crédito a sus invitados y les acompañó hasta su despacho personal donde
se apoyó en la mesa cruzándose de brazos. Merlín también fue con ellos.
-Pues dime, reina
Arturia. ¿Cuales son esas noticias que tienes que darme?
-Majestad, yo...
puede que suene un poco loco, pero tengo el don de ver el futuro.
-Vaya... ¿y seré aún
más famoso en el futuro?
-No funciona así,
majestad. Sólo tengo visiones de cosas importantes.
Merlín había vuelto a
su mirada escaneadora.
-¿Cosas importantes?
-Sí... anoche tuve
una... en la que vi... arder... Camelot.
-¡¿Cómo?! ¿Arder
Camelot? Merlín...
-La joven dice la
verdad.
-¡Pero eso es
imposible, Merlín! Camelot...
-No es imposible,
Arturo. Nada es imposible. Esa visión, joven... ¿me permitís?
Merlín hizo el ademán de coger de las manos a la reina, a lo que le dio permiso, entonces el anciano entró en una especie de trance, como si la reina estuviera pasándole su visión al hechicero.
-Sí, sí. Una visión...
sin duda...
-¿Es cierto Merlín?
¿Camelot va a arder?
-No tiene porqué.
Parece que el poder de esta joven sirve para evitar que esas cosas ocurran.
-Sabéis mucho, Merlín.
¿Has podido ver mejor la visión que yo?
-No, me temo que
no... Sólo puedo ver lo que otros han visto, rememorar sus recuerdos.
-Guau...
-Parece que vamos a
tener que posponer la boda, Arturo. Hasta que sepamos cual es el mal.
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