miércoles, 22 de agosto de 2012

Las cronoaventuras de Bastet: Parte final

Bastet consiguió acomodar a Keiro en su Llave deslizador ayudándole a invocar su armadura y los dos salieron a prisa de aquel oscuro y destruido lugar.

¿Cómo un Mundo podía acabar de esa manera y seguir conservando su Corazón? Bastet en realidad obtuvo la respuesta a esa extraña pregunta. Sólo tuvo que girar la vista para mirar a Keiro y su nuevo estado. Se volvió a hacer la misma pregunta de otra manera, ¿cómo una persona podía acabar de esa manera y seguir conservando su Corazón? ¿Cuánto tiempo le quedaba a Keiro de vida si ella no hubiera llegado a tiempo? ¿Cómo alguien podía ceder su Corazón a la Oscuridad de una manera tan profunda para acabar de esa manera? ¿De verdad Keiro lo había hecho por protegerla? ¿Hasta ese punto llegaría? Sin embargo nada de eso tenía sentido, ella sabía que Keiro se recuperaría, le había visitado en el futuro y él estaba…

¡Espera! Le había visitado en el futuro y él estaba… ¡estaba bien! Entonces… ¿el encapuchado no era Keiro? El encapuchado había jurado que él era Keiro del futuro, pero Sina le había dicho que Keiro se encontraba bien. ¿Dónde se encontraba el sentido en todo aquello? ¿Acaso el encapuchado le había mentido? O… De repente todo aquello careció de sentido, a través de la Oscuridad del Espacio entre los Mundos, Bastet pudo vislumbrar una criatura rodeada de Oscuridad que la perseguía.

-¿Qué es eso?
-Ím ed sárapacse on.
-¿Qué ha dicho?
-¿Quién es, Bastet?
-No lo sé, pero viene a por nosotros. ¡Keiro. agárrate!
-Ím ed riuh sedeup on.
-Pero, ¿en qué idioma habla?
-Corre, Bastet, está a punto de alcanzarnos.
-¡Mierda!

Bastet activó la Llave deslizador a la máxima velocidad, pero igual que aquel día en Eclissis, iba con demasiados pasajeros y no podía alcanzar la velocidad máxima de su artefacto mágico.

-Vamos… Vamos, ahora no… ¡Vamos!
-Bastet, déjame aquí.
-¡No! No he pasado por todo esto para tener que abandonarte ahora. ¡Ni hablar!
-Pero Bastet… si no lo haces, nos…
-¡No!

Bastet entonces hizo el sacrificio al revés, se despojó de su armadura, la cual dejó agarrando a Keiro contra la Llave deslizador y con un movimiento de mano la mandó volando a toda velocidad lejos de allí.

-¡Sálvate, Keiro!
-¡Bastet, no!

Pronto Keiro y la Llave espada de Bastet se alejaron tanto que la pelirroja ya ni podía verlas, fue cuestión de segundos que aquella criatura con aquella armadura oscura que hablaba de esa manera tan extraña la alcanzara. Aunque parecía que el vacío y la Oscuridad no tenían ningún efecto sobre Bastet.

-¡¿Quién eres?!
-AkahaD le yos. Zeuj le yos. Onitsed le yos.
-¡¿Por qué no puedo entenderte?!

El Corazón de Bastet brilló con fuerza cegando momentaneámente a aquella horrible criatura.

-Has cambiado el destino. Debes perecer y contigo todo lo que has hecho.
-¿Qué…? ¡No! Yo… Mi amigo me necesitaba.
-Eso es un deseo egoísta. El tiempo no puede ser deshecho por culpa de un sentimiento egoísta.
-¿Y qué he hecho? ¿Qué he hecho si no ayudar a proteger el Reino de la Luz?
-Ni Luz ni Oscuridad. Yo sólo guardo el equilibrio.

Tras decir esto, la extraña criatura invocó tentáculos de Oscuridad desde su vientre con la intención de acabar con la existencia de Bastet y que todo volviera a ser como tenía que ser pero en ese mismo instante desapareció.

-¡Ahhhh! Ah… ¿Eh? ¿Dónde? ¿Qué…? ¿Qué me… pasa? No…

Bastet perdió la conciencia por tal exposición a la Oscuridad y anduvo por el Espacio entre los Mundos sin rumbo.

______________________________________________________________________

-Bastet… Bastet… No, Bastet… ¡Maldita Llave espada, vuelve ahora mismo! ¿No me estás escuchando? ¡Tu Maestra te necesita!

Sin embargo no hubo respuesta ninguna proveniente de la Llave deslizador ni de la armadura que hizo proseguir el viaje a Keiro sin que pudiera hacer nada por volver. Pasó así un tiempo hasta que Keiro llegó a Ciudad Eclissis aterrizando en lo alto de un edificio.

-¡No, no! Maldita Llave espada. ¡Vuelve! ¡Vuelve!

Pero la Llave espada, ahora en el suelo junto a la armadura, totalmente inmóvil, no hizo ningún tipo de caso al Elegido caído.

-¡Mierda! Es porque he caído en la Oscuridad, ¿verdad? ¡Si no me haces caso invocaré un portal de Oscuridad y sabes de sobra que eso no le haría gracia a Bastet!

La amenaza, si fue escuchada por la Llave espada, no pareció importarle porque no se movió ni un centímetro.

-No va a escucharte. Su Maestra está demasiado lejos para responder.
-¡¿Quién ha dicho eso?!

Tras Keiro un portal de Oscuridad se abrió y apareció una de esas siluetas oscuras que se mostraron aquel día en las ruinas del bosque, la Oscuridad le desenvolvió y se vio a un alto hombre con el pelo largo y rubio.

-¡Tú! Eres uno de ellos.
-Messam a tu servicio. Veo que Marte no tiene intenciones de volver.
-¿Marte?
-El que se enfrentó a vosotros en las ruinas.
-Ja… ¡No va a volver porque le destruimos!
-Sí, eso parece. Es una pena. En cualquier caso he venido a terminar su trabajo.

El ser oscuro invocó una gran protuberancia de Oscuridad que parecía una espada curva y fácilmente alcanzaba los 4 metros de longitud. Keiro reaccionó invocando su Llave espada.

-Desiste. No tengo intención de matarte.
-¿Y eso qué quiere decir?
-Sólo quiero llevarte conmigo. ¿No ves que tu Corazón es tan sólo una carga?
-¿Una carga?
-Sí. Tiene la intención de hacerte desaparecer si la Oscuridad termina de inhundarlo. Y si lo llenas de Luz, ¡no te dará ningún poder!
-Pero mi Corazón… Bastet… Mis amigos…
-Todos ellos son también una carga. Lo único que importa es el poder. Él nunca te ha fallado.
-No, nunca lo ha hecho. Gracias a él estoy aquí. Y he podido salvarles a todos ellos. Ellos son la carga.
-Sí, y una muy pesada si me dejas añadir. Acompáñame y te ayudaré a deshacerte de tu Corazón. Serás libre como nosotros.
-No le escuches.
-¿Quién ha hablado?
-…
-Si te deshaces de tu Corazón no solo te desharás de lo que más importa, también te desharás de tu orgullo como guerrero, de todo lo que eres y todo lo que has sido.
-Pero… así… no caeré en la Oscuridad. Y Bastet no sufrirá más.
-¡Te habrás deshecho de lo que ella quiere salvar!
-¡Basta! ¡Él… es… nuestro!

El señor de la Oscuridad se abalanzó sobre Keiro con la intención de atacarle pero entonces una figura humanoide con una gran espada por arma detuvo el ataque, la onda de energía que aquello ocasionó iluminó toda Ciudad Eclissis.

-Otro más…
-¿Qué…? ¿Quién eres?
-Odín. Tu espíritu guardián.
-¿Mi… espíritu… guardián?
-Sólo un poderoso guerrero como tú que consiguió sobrevivir al filo de la más absoluta Oscuridad y está hoy aquí para contarlo, es digno de ser mi protegido.
-Pero yo…
-La Oscuridad es parte de nosotros. Sólo debes aceptarla y hacerla tu aliada.
-
-¡No, él es mío!

Los ataques se volvieron incesantes a gran velocidad pero Odín los detenía como un buen guerrero.

-¡Keiro, despierta!
-Yo…
-¡Bastet te necesita!
-Bastet… me necesita… Sí… Bastet… ¡Ella me necesita!
-¡No le alejarás de nosotros!
-¡Ahora, Keiro!

Keiro pareció recuperar parte de su personalidad deshaciéndose de las engatusaciones del señor de la Oscuridad y apoyando a Odín consiguieron hacerle retroceder.

-Muy bien, Keiro.
-Estoy contigo, Odín.
-Jum. Parece que voy a tener que hacerlo por las malas.

El señor de la Oscuridad alzó su brazo derecho y de su espalda surgió una enorme ala negra, tan oscura como una maldición. Y usándola como impulso se volvió a lanzar con aún más potencia contra Keiro y Odín.

-¡Octilátigo!

Una serie de poderosos espadazos golpearon contra la Llave espada de Keiro y el sable de Odín, con cada golpe el Elegido y su espíritu retrocedían más y auras de luces variopintas acompañaban los embistes.

-Es muy fuerte.
-Odín, tenemos que hacer algo.
-¡Al contra ataque!

Aprovechando el tenue descanso que el señor de la Oscuridad tuvo que hacer tras la serie de cortes, Odín y Keiro se lanzaron a la vez contra él contra atacándole con una serie de cortes que fueron rápidamente eliminados cuando el rubio hizo un poderoso barrido con su enorme espada haciendo que Keiro y Odín barrieran el suelo bajo sus rodillas.

-No sois rivales para mí.
-Odín… tenemos que ser rápidos, Bastet…
-Lo sé… tendremos que darlo todo.
-Confía en mí.

Elegido, espíritu y señor de la Oscuridad acumularon todas sus energías sobre sus armas y los tres desaparecieron a la vez de sus respectivos sitios.

-¡Zantetsuken!
-¡Olvido!

Keiro y Odín aparecieron donde antes estaba el señor de la Oscuridad y éste donde antes estaban Elegido y espíritu, un duelo de velocidad se había llevado a cabo en el que dos de los participantes habían acabado bastante mal.

-Ah…
-¡Odín, ¿por qué lo has hecho?!
-No te preocupes. Yo me recuperaré una vez me una a ti. Él no puede decir lo mismo.

Odín empezó a desaparecer.

-Odín...
-No te preocupes, Keiro. Cuando me recupere, podrás volver a llamarme.

Odín terminó de desaparecer y Keiro se giró para ver como el señor de la Oscuridad se encontraba arrodillado y cansado.

-Has tenido suerte, chico. Pero nos volveremos a ver.
-¡No escaparás!

Sin embargo la amenaza de Keiro se quedó en el aire cuando el oscuro desapareció tras un portal de Oscuridad.

-¡Mierda! Espera… ¡Bastet!

Keiro abrió velozmente un portal de Oscuridad.

______________________________________________________________________

Bastet volvió a abrir los ojos y como si todo se tratara de un Deja Vu se volvió a encontrar en aquel bosque de cristal donde despertó cuando viajó en el tiempo.

-¿Qué…? No… ¿Otra vez? ¿Ha sido todo un sueño o… me estaré volviendo loca?

Sin ganas de saber si alguna de sus opciones era correcta, Bastet se volvió a levantar y caminó de nuevo al pueblo en el que nació, aunque todo ahora estaba demasiado silencioso. Al girar la primera calle vio una gran cantidad de Sincorazón a punto de atacar a un aldeano. Bastet entonces se dio cuenta de que no podía invocar su Llave espada pero se lanzó igualmente al ataque cuando se pispó de que ni los Sincorazón ni el aldeano se habían movido ni un milimetro desde que se los encontró.

-¿Qué… demonios?

Bastet se acercó lentamente y con cuidado hacia el lugar de los hechos para darse cuenta del todo de que estaban totalmente congelados en el tiempo.

-¿Cómo…? No entiendo nada…

Se giró mirando la ciudad entera y pudo ver más escenas como aquella, la ciudad entera estaba llena de Sincorazón a punto de atacar a los aldeanos, pero cada uno de los ataques se había visto totalmente boicoteados.

A Bastet no se le ocurrió otra cosa que dirigirse corriendo de nuevo al Palacio de cristal sorteando a aldeanos y Sincorazón por igual, abrió las puertas sin cuidado alguno y se adentró en la sala del trono donde vio a su Maestro con la armadura de Elegido equipada totalmente inmóvil en el sitio.

-¡Maestro! Maestro, ¿me oyes? ¡Maestro!

En tan sólo un instante unas poderosas llamas ardieron rodeando al Maestro de Bastet y la figura de Fénix le envolvió aparecíendose ante Bastet.

-¡Fénix!
-Bastet, sabía que volverías.
-Te lo prometí, ¿no? Pero, ¿qué… qué ha ocurrido?
-Después de que volvieras a saltar en el tiempo los Sincorazón empezaron a atacar la ciudad, entonces el encapuchado se presentó como Keiro. Hubo una extraña conversación entre tu Maestro y él, pero parece que… Keiro, sólo quería ayudar. Le enseñó un poderoso hechizo a tu Maestro para detener el tiempo y así poder proteger a los aldeanos. Pero él necesitaba de mi poder para invocar tal hechizo.
-¿Eso quiere decir que cambié el pasado?
-Eso parece, Bastet. Has conseguido salvar tu Mundo.
-Bueno, Keiro tiene parte de culpa.
-¿De verdad era Keiro, Bastet?
-No… no estoy muy segura. Pero sólo alguien como él volvería del futuro para evitar algo así. Entonces, el hechizo, detuvo a los Sincorazón de atacar a los aldeanos y el Corazón del Mundo.
-Sí, Bastet. Pero a cambio les robó el tiempo y no pueden vivir.
-Tenemos que hacer algo.
-Si le deniego mi poder a tu Maestro el tiempo volverá, pero…
-Los Sincorazón atacarían a los aldeanos. Podría encargarme de ellos mientras están parados.
-No, Bastet. El hechizo es muy poderoso. Si les atacas puede que te afecte a ti también.
-Entonces, ¿qué hacemos?
-Los Sincorazón sólo vinieron aquí por el Corazón del Mundo, si pudieras sellarlo, desaparecerían, pero…
-¿Pero qué?
-El más poderoso de los Sincorazón se fue directo a la cerradura para abrirla. Seguramente el hechizo le detuvo a punto de entrar. Si le eliminas y sellas la puerta todo acabará.
-Pero no puedo atacarle mientras siga parado.
-No te preocupes, yo me encargaré de devolverle el tiempo. Pero no sé cuánto aguantaré.
-Déjalo en mis manos.
-¡Suerte, Bastet!

Bastet salió corriendo por las escaleras, por suerte su Maestro le había descubierto el secreto de la cerradura de aquel Mundo tiempo atrás. Bastet traspasó la pared de mentira que tan solo era una ilusión y apareció en una enorme sala blanca donde al final descansaba la cerradura. En el centro de la habitación había un enorme y fiero Sincorazón con la apariencia de un perro de caza con los ojos rojos como la sangre.

-¿Pero qué…? Es… cuánto poder.
-No te preocupes, Bastet. Estoy contigo.
-Fénix.
-He conseguido que tu Maestro pueda mantener sólo el hechizo. ¿Estás preparada?
-¿Estás seguro de que podrá, Fénix?
-Confía en él, Bastet.
-Sí... ¡Estoy preparada!
-Bien…

Una especie de reloj mágico se dibujó encima de aquel horrible Sincorazón y empezó a correr el tiempo para él en meros instantes.

-¡Ey, estoy aquí maldito chucho!

El Sincorazón que de repente sintió que el Corazón de la Elegida era más importante que el del Mundo, se dio la vuelta para amenazar a su nueva presa. Sus ojos miraban fijamente a Bastet que parecía asustada y casi moviéndose a la velocidad del sonido atacó aunque Fénix consiguió sacar a tiempo a Bastet de la trayectoria.

-Es muy rápido.
-Lo sé, Bastet. ¿Y tu Llave espada? ¡Invócala!
-No puedo…
-¿Cómo que no puedes?
-Es muy largo de contar.

El Sincorazón volvió a atacar y esta vez Bastet tuvo que hacer unas magníficas acrobacias combinadas con su velocidad para escapar de los ataques de su enemigo.

-No te preocupes, Fénix. Aún te tengo a ti y puedo usar hechizos.

Tras decir eso, Bastet empezó a invocar diferentes bolas de fuego desde sus manos con la intención de quemar a su enemigo, para su desgracia aquel Sincorazón no sólo se movía rápido para atacar, también lo hacía para desaparecer.

-Bastet, a este ritmo se romperá el hechizo.
-Lo siento. No sé qué más puedo hacer. Ayúdame.

Como si esa fuera la palabra mágica para que Fénix actuase, una gran ola de llamas que a Bastet parecían no dañarla se fueron formando a lo largo de la circular sala intentando dañar en vano a la criatura que usaba las paredes para impulsarse a lo largo de la habitación para esquivar las llamas.

-Es rápida hasta para eso.
-¿Qué hacemos?
-Ah…
-¡Fénix!

Fénix pareció llegar tras eso al límite de sus fuerzas desapareciendo tanto él como las llamas y dejando a Bastet totalmente indefensa, momento que aprovechó el Sincorazón para atacar. Bastet simplemente gritó y puso sus brazos a modo de escudo creyendo que eso sería suficiente para evitar daños pero el ataque no terminó de efectuarse. Cuando Bastet apartó los brazos y miró hacia delante pudo ver a Keiro entre ella y el Sincorazón que se calmó como si no tuviera ganas de atacar a Keiro.

-¡Keiro! ¿Qué…?
-No puede atacarme.
-¿Por qué?
-Porque yo le controlo.
-¡¿Cómo?! ¡No, Keiro! ¡No puedes usar tus poderes de esa manera!
-Ahora no es momento para discutir eso, Bastet.

Y sin ningún tipo de piedad, Keiro atravesó con su Llave espada a aquel terrible Sincorazón eliminándolo en el acto.

-¡Keiro! ¿Por qué?

Hasta Bastet había parecido sentir piedad de aquel monstruo tal y como Keiro lo eliminó a traición.

-No tenías que…
-Bastet, ahora no. Sellemos la cerradura.

Los dos Elegidos, uno bastante apartado del otro puesto que Bastet parecía tener miedo de su amigo, sellaron la cerradura con sus poderes sobre la Llave espada, luego Bastet pareció recordar algo.

-¡El… El Maestro! 

Bastet salió corriendo de nuevo escaleras abajo y llegó a la sala del trono donde su Maestro yacía en el suelo sin armadura.
 
-¡Maestro Cyan!
-Bastet…
-Maestro, ¿estás bien?
-Sí. Sólo un poco cansado. Veo que llegaste a tiempo.
-Llegamos.
-Keiro, ¿qué…? Tus ojos…
-No te preocupes, Maestro. Yo cuidaré de Keiro, pero tú, tienes que descansar.
-Hazle caso a Bastet, Maestro.

Cyan, el Maestro de ambos no podía dejar de mirar a Keiro sin parpadear, como si no pudiese terminar de creerse lo que estaba viendo. Su pupilo e hijo había caído en la Oscuridad sin posibilidad de volver a la Luz aparentemente.

-Vamos, Keiro, ayúdame a subirle a su habitación.

Los dos Elegidos ayudaron a su Maestro a subir a su dormitorio y tras tumbarle en la cama Keiro se apoyó contra la pared y Bastet se sentó junto a Cyan en la cama.

-Me alegro tanto de que estés vivo, Maestro. Y seguro que todos los del pueblo también están bien.
-Todo ha sido gracias a Keiro. No quería creérmelo, pero…

Cyan volvió a mirar a Keiro que descansaba contra la pared con la mirada perdida en el suelo.

-¿De verdad que era Keiro, Maestro?
-Sí. Sabía mucho de él y… de verdad que quería ayudarme. De no ser por él…
-De no ser por él ninguno de nosotros estaríamos aquí ahora mismo.
-Entonces es cierto.
-¿Keiro?
-¿De verdad el encapuchado era yo?
-Ahora no es momento para… ¿Eh?

Los tres escucharon un extraño ruido de fondo y Keiro se asomó con velocidad por la ventana.

-¿Qué es, Keiro?
-Dos… extraños vehículos. Están aterrizando en el pueblo.
-¡¿Cómo?!

Bastet se levantó corriendo y fue a mirar por la ventana pero ya no se veía ningún vehículo. Salió corriendo hacia la puerta.

-¡Keiro, cuida del Maestro, voy a ver quien es!

Bastet salió a todo correr del Palacio de Cristal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario